Hoy leemos a… Fernanda Pérez

Nada mejor para celebrar el Día de los Enamorados que una buena historia romántica. Por eso para hoy elegimos compartir un fragmento de «La piel no olvida» la nueva novela de Fernanda Pérez. 

El relato se enmarca en las primeras décadas del siglo XX. Recorre los pueblos del norte de Santa Fe y parte de Chaco de la mano de dos personajes apasionados y traicioneros: Dimas y Magdalena. 

 

 

 

 

Aunque durante el trayecto se cruzó con carreros que la miraban con intriga, ella no se intimidó y mantuvo su paso firme. Al llegar, encontró un riachuelo estrecho rodeado de palmeras y abundante vegetación. El lugar era bonito.

 

Al observar el paisaje la invadió la nostalgia. El olor a río y a monte la trasladaron a otros tiempos. Los sentidos tenían memoria y, muy a su pesar, su deseo también. Con solo cerrar los ojos recordó todo aquello que había tratado de olvidar por años… Recordó sus manos ásperas, su voz oscura, la excitación que le causaba tenerlo cerca. Recordó sus besos…

 

“Maldito arroyo”, pensó, sumando algo más a su lista de maldiciones. Se propuso despertar de esa ensoñación. Se concentró en el curso de agua que corría y le tuvo envidia. El agua podía viajar de un lado al otro. No volvía atrás, siempre avanzaba. Ella no. Su vida había quedado detenida en un día, lugar y horario exactos. Fuera a donde fuera, siempre al cerrar los ojos estaría parada e inmóvil en ese instante.

 

* * *

 

Venía sobre el carro trasladando unos rollizos junto con otros trabajadores. Era una mañana luminosa, se respiraba un aire fresco y aromático. El tema de los conflictos y reclamos sindicales estaba a la orden del día.

 

—Dicen que en Santa Felicia la huelga fracasó porque contrataron a esos aña memby rompehuelgas —comentaba un hombre de mediana edad al ritmo del traqueteo del carro.

—Los famosos crumiros —agregó Dimas con desprecio—. Mi hermano me contó que también anduvieron en La Gallareta, cuando los del tanino hicieron la huelga de febrero.

 

Estaba a punto de agregar algo más cuando vio, a lo lejos, la figura de una mujer. Algo, que no supo explicar, lo  inquietó y lo empujó a escabullirse. Cuando la tuvo cerca, el corazón se le detuvo.

 

¡Era ella! No, no podía ser. Estaba delirando, enloqueciendo. Últimamente soñaba mucho con Lena. Pero eso no era un sueño, era la más palpable de las realidades. Magdalena Terranova estaba casi al frente de él… Esos ojos, ese cabello, ese cuerpo, ese andar. Podría reconocerlo a miles de leguas… El carro en el que iba y esa mujer que lo había marcado para siempre se cruzaron por escasos segundos. Ella ni se detuvo a ver quiénes iban en medio de esos troncos tirados por bueyes, eso le dio a Dimas la libertad para mirarla a gusto. Seguía hermosa, tanto o más que en aquel verano.

 

¿Qué hacía allí? ¿Por qué el destino los había cruzado nuevamente? Tuvo deseos de saltar y seguirla, pero su instinto de preservación se lo impidió. Lena había arruinado su vida una vez, no permitiría que lo hiciera de nuevo.

 

Era Lena, su Lena… Y muy a su pesar, el corazón se le alegró.

 

 

Sobre la autora 

 

 

 

Fernanda Pérez es escritora, periodista y docente.

Durante casi veinte años se desempeñó como periodista cultural en el desaparecido diario La Mañana de Córdoba. 

 

Actualmente coordina la plataforma Babilonia Literaria y ejerce la docencia en el Colegio Universitario de Periodismo. 

También dicta talleres y charlas vinculadas a la literatura y a la cultura en diferentes espacios, y produce ciclos y actividades que fusionan la literatura con otras disciplinas artísticas.

 

Es autora de las novelas «Las maldecidas» (2012), «El Sacramento» (2013), «Los paraísos perdidos»(Suma de Letras, 2016) y del proyecto digital de circulación gratuita «Cuando dejé de amarte» (2018). Integra, además, la antología de relatos románticos «Ay, amor» (P&J, 2015).

 

 

 

 

 

 

 

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