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Federico Jeanmaire: “Hay mucha mentira detrás del heroísmo de la guerra”

El escritor argentino acaba de publicar “Wërra” (Anagrama), una suerte de ensayo literario con forma de novela, donde un hombre se cuestiona desde el presente, y en continua perspectiva, los diferentes significados de la guerra. Desde la Segunda Guerra Mundial hasta Malvinas, pasando por enfrentamientos universales, el autor aprovecha para de-construir ese concepto y cuestionarse por sus representaciones simbólicas en la cultura, los mandatos sociales y la educación. “Nos han metido desde hace 100 años que las Malvinas son argentinas y que hay que recuperarlas, y me parece que es una gran ficción nacional”, asegura.

Federico Jeanmaire, docente por décadas, escritor de ensayos, cuentos y novelas y merecedor de distinciones literarias, afirma y subraya que a la hora de sentarse a escribir necesita sentir riesgos.

No comodidad, ni seguridad ante el resultado, ni sentir que eso que está empezando a tomar forma en el papel fortalecerá –aún más- su aplaudida trayectoria. Todo lo contrario. Lo que le resulta indispensable ante la hoja en blanco es esa especie de adrenalina que solo genera el asombro. Sentir esa chispa o pasión, algo que le permita convertir ese oficio al cual le dedica todos y cada uno de sus días, en algo que pareciera estar naciendo en ese mismo instante.

Y fue por todo esto que un día cualquiera, estando en el exterior corrigiendo otro texto, y casi por azar, decidió comenzar a construir lo que luego sería Wërra (Anagrama), su última ¿novela? donde despliega reflexiones, aseveraciones pero también interrogantes y dudas acerca de la guerra y sus múltiples representaciones a lo largo de los siglos.

Todo comenzó, según cuenta, mientras permanecía en su residencia literaria en la ciudad Saint-Nazaire (Francia), ubicada a orillas del Loire frente al Atlántico Norte, punto exacto donde tuvo lugar a comienzos de la Segunda Guerra Mundial -específicamente el 28 de marzo de 1942-, el Operativo Chairot. Batalla épica -según se recuerda en las crónicas de entonces- a cargo de un comando británico con civiles franceses contra los alemanes que habían ocupado el lugar -que le valió al ejército nazi la destrucción de un puerto estratégico para su flota-, que en el libro se presenta como el hecho puntual donde se ubicará el autor -y por ende al protagonista-, para comenzar a preguntar(se) sobre el/los significados de la lucha entre hombres, atravesando el concepto desde diferentes perspectivas.

¿Qué hace al hombre enfrentarse con otros desde el comienzo de los tiempos? ¿Qué hay detrás de esta idea egoísta, macabra, terrible, sanguinaria pero profundamente arraigada en la humanidad que avanza generación tras generación como la única salida a los conflictos entre humanos?

La pregunta sobrevuela de principio a fin “Wërra”, el nuevo libro de Jeanmaire, escritor quien “intenta” responderla, dice con humildad en esta exclusiva para Babilonia, pero no de manera cerrada, sino totalmente opuesta, abriendo cada vez más el foco de aquello que se observa, aportando datos y apreciaciones que tienen que ver con el Operativo Chairot -en particular-, pero también con batallas de otras guerras, como Malvinas, o traspolando la realidad con la ficción hablando, por ejemplo, del programa de TV Combate que veía con su padre de niño o rememorando los soldaditos que hacía su abuelo para sostener a su familia.

La guerra como política y estrategia, como herramienta, pero también como entretenimiento y desarrollo económico y social. 

Wërra, war, guerra, guerre

Ya el título del libro nos interpela como lectores. ¿Por qué elegir ese nombre si queremos hablar de la guerra en general, incluso de nuestra guerra de Malvinas? Jeanmaire, con paciencia, lo explica: “En realidad Wërra no es una palabra, sino una interjección del proto-germano (que fue el primer alemán que se habló), y era la voz con la que los ejércitos alemanes atacaban a sus rivales. Ellos avanzaban gritando “¡Wërra!” y a tal punto debió haber sido –yo supongo- el miedo que ocasionaban, que prácticamente todas las lenguas europeas modernas han sacado la palabra guerra de ese grito, porque –incluso- la palabra guerra en alemán es krieg. Pero los enemigos: italianos, franceses, inglés, portugueses se agarraron esa palabra para hacer ese concepto de guerra”.

¿Qué representaciones de la guerra lleva consigo el mundo? Se preguntó entonces Jeanmaire y por ende el protagonista, que se ancla en el presente solo como excusa para ir y venir al pasado y poder ver en perspectiva las razones filosóficas, sociales, culturales, históricas que lleva a los hombres a enfrentarse unos con otros. Y ante la pregunta de por qué elegir esa estructura narrativa, el autor responde: 

– No sé si fue una decisión muy lúcida, pero fue lo que se me ocurrió, porque en realidad no quería hacer una novela, quería narrar en un libro -y a partir de una batalla específica- todo lo que se me ocurría sobre la guerra. Ese protagonista, que se parece mucho a mí (risas), me permite pensar y preguntarme acerca de la guerra desde un lugar bastante parecido al que me preguntaría yo.

El libro combina un relato dramático desde el presente con una crónica detallada y minuciosa del Operativo Chairot. ¿Cómo se llegó a ese conocimiento exhaustivo del hecho?

-El libro exhibe toda la construcción de la investigación que fue –en realidad- una casualidad. Resulta que la noche anterior al aniversario de la batalla Chairot fui a cenar con una amiga que hice en Saint-Nazaire, quien me contó sobre el evento al otro día. Por supuesto que fui al acto y cuando llegué, vi que al lugar arribaba un señor muy mayor, que se bajaba de un coche y sacaba del baúl una chaqueta. Yo lo estaba viendo mientras iba caminando, por lo que la chaqueta -de espaldas- era normal. Pero de todas maneras pude ver, apenas se la puso, que el tipo de 90 y pico de años, se irguió por completo cuando se la puso. Y cuando se dio vuelta, esa chaqueta militar estaba llena de condecoraciones y medallas. Y ese mismo señor fue caminando hasta el monolito, algo así como 150 mts, se paró al lado del alcalde y se mantuvo erguido la media hora de la ceremonia. Y mi pregunta allí fue: ¿qué hace a un hombre de esa edad erguirse de esa manera? Supongo, quizás, haber estado en esa batalla. Y entonces las dos cosas comenzaron al mismo tiempo, la idea del libro y la idea de investigar.

Ahí empezó todo

-Sí. Y la placa también fue otra cosa que me determinó. Porque yo había ido al monolito del lugar varias veces antes, pero nunca me había detenido en la placa. Y cuando terminó la ceremonia me acerqué y me impresionó por ser la placa tan pequeña que están sólo entran los apellidos de los 187 muertos, porque no hay lugar para los nombres. Y me pareció una locura

¿Por eso decidiste nombrar cada capítulo con el nombre de los soldados?

-Fue como una forma de homenajearlos, de ponerlos en otros sitios. Muertos que -por cierto- eran chicos de veinte años. Porque ahí descubrí que en la guerra mueren los chicos. No mueren la gente grande, ni los oficiales, ni los presidentes, no mueren los que deciden la guerra, mueren chicos.

P.H. Silvia Baigorrí

“La guerra es un invento humano”, dice Jeanmaire al comenzar el libro, “Uno de nuestros inventos más antiguos y más persistentes. Y de uso exclusivo, además. Desconocido para el resto de los seres que habitan el planeta”. Y esa afirmación, que se acompaña también con interrogantes y reflexiones, es la punta del hilo desde donde comienza a tirar el autor para hablar con obsesión y detalle, de esa férrea decisión a la lucha que se sigue repitiendo siglo tras siglo con el mentiroso objetivo de encontrar la paz.

¿Por qué ese deseo de escribir sobre la guerra?

-En realidad, jamás antes de ese día había pensado en escribir sobre la guerra. Antes de ese día no sabía nada, y de hecho creo que hoy, después de escribir el libro, se muy poquito. Y lo que hice, porque me pareció necesario, fue mezclar la realidad de la guerra o de una batalla en particular (como el Operativo Chairot), con las representaciones de la guerra. La serie “Combate” que yo veía de chico con mi padre o los soldaditos de mi abuelo son cosas que ocurrieron, son representaciones de la guerra que la ubican en otra zona de lo que a mí me parece que es la guerra. Entonces quería encontrar alguna forma de hablar todo lo que fuera posible alrededor de la palabra guerra y de todo lo que la merodea. La guerra siempre se representa épicamente, hay mucha mentira detrás del heroísmo de la guerra y por eso quise exponerla enfáticamente respecto de la realidad de la guerra.

Desde el comienzo, el libro busca cuestionar la lógica de la guerra desde diferentes puntos: humanos, filosóficos, morales, económicos, políticos, naturales y se pregunta qué podría hacer el hombre para enterrar la necesidad de la guerra. ¿Llegaste a una conclusión?

-Con el libro yo intenté, porque es lo único que puedo hacer es intentar cosas, fue tratar el asunto desde todo lo que se me ocurría. Por eso hay momentos filosóficos, hay un montón de preguntas, de dudas. Incluso desde la mirada de los seres humanos que estuvieron esa noche (la del Operativo Chairot) de alguna u otra manera. Y con respecto de si logró algo luego de escribir, creo que el libro logra que uno se pregunte muchísimas cosas.  

-Durante el relato, entre tantas ramificaciones, aparece la ficción Combate, para hacer un paralelismo entre aquellos que reconstruían la guerra para la TV y quienes dieron su vida en un enfrentamiento. Heroísmo virtual vs. heroísmo real. Aparecen también ahí mandatos masculinos que siguen siendo eje en la actualidad. ¿Hubo una intención allí de hablar de eso que queda latente?

-El libro trabaja muchísimo eso, porque algo que descubrí investigando esta batalla, fue que sus sobrevivientes -de algún modo- tienen esa cosa machista de considerarse más hombres que los demás. Hay una cosa que surge de un registro sonoro sobre lo que cuentan algunos de los que estuvieron esa noche (en el O. Chairot), momentos llamativos muy de macho, muy de la cultura masculina. Por ejemplo: muchos se vanaglorian que cuando explota el barco colgado de la exclusa hayan muertos 800 alemanes -dicen unos, otros mil y pico- y lo cuentan como una gloria personal, como si matar a 800 o mil fuera una gloria personal.

A mí eso me hizo pensar mucho, por eso también la novela gira en torno a un bar, porque a mí me dio toda la sensación de que los varones que sobreviven a las guerras, hablan de ella -los que no se vuelven locos, por supuesto-, desde un lugar muy de bar, de contar eso que vivieron como una aventura que los hacen más machos, más hombres, más valientes. Porque, finalmente, si llegado el caso un chico de 18/20 años, decide ir a la guerra, creo que acepta ir -hasta contento- porque es de hombre hacerlo y ahí hay algo increíblemente ficcional o mentiroso. Algo muy raro.

Y es tan mentiroso el relato del heroísmo que nos hacen creer de los hombres de la guerra, dice Jeanmaire, que dedica un capítulo completo a relatar cómo soldados de todas las épocas necesitaron siempre de un aliciente químico para salir a pelear.

“Todos los que van a la guerra desde los vikingos, los griegos, romanos, desde tiempos inmemorables, incluso en la actualidad o en la Segunda Guerra con las anfetaminas, todos van drogados. De alguna manera, si los hombres fueran tan valientes como cuentan en los bares no necesitarían ningún aliciente para ir a la guerra”.

Malvinas, una ficción nacional

Tal como lo señaló el autor, ese gran Operativo Chairot es la batalla puntual de la que se sirve para desarmar la guerra en todos sus frentes, y rearmarla incluso desde una mirada como argentino. Por eso suma, como necesario el caso Malvinas, como la contienda nacional moderna que signó la vida de miles de coterráneos en 1982, y lo hace buscando atravesar el concepto de guerra desde coordenadas 100 % argentinas.

“El fútbol no tiene nada que ver con la guerra” se desprende de uno de los capítulos donde un argentino intenta explicarle a dos extranjeros la revancha que sintió nuestro país ante el inolvidable gol de Maradona en el Mundial de 1986. Lo que es casi lo mismo que decir la guerra no es un juego o el fútbol no es una guerra. Conceptos que se viven de maneras distintas en un país por su historia de guerras y enfrentamientos. ¿Qué mirada tiene de las guerras argentinas?

-En el libro cuento cosas de Malvinas que encajan –también- con lo que quería escribir. Básicamente lo que pienso a nivel personal, es que el problema de la Argentina con Malvinas es un problema de educación. Nos han metido desde hace 100 años que las Malvinas son argentinas y que hay que recuperarlas, y me parece que es una gran ficción nacional. Yo no digo en el libro sobre Malvinas, pero sí sobre la Antártida. La Antártida es un territorio de la humanidad. La Argentina tiene una ilusión un deseo, de que en algún momento deja de ser de la humanidad y le corresponda una parte, pero la Antártida no es Argentina como te enseñan en la escuela. Y a mí me da miedo que en algunos años alguna generación tenga que ir a la guerra por culpa de una cuestión que se enseñó mal en las escuelas.

Con Malvinas me pasa algo similar. Es cierto, los británicos la invadieron en un territorio argentino, pero así como te enseñan eso no te enseñan que nosotros invadimos el Paraguay en 1870 y nos quedamos con Formosa, y no escucho que nadie diga que hay que devolverle la provincia de Formosa a los paraguayos. Entonces, son todas cuestiones que nos sacan de eje. Yo creo que todos los países tienen que tratar de que su gente viva lo mejor posible, de armar una comunidad que se lleve lo mejor posible y no inventar ficciones patrióticas que pueden terminar, como en el caso de Malvinas, con cientos de chicos argentinos muertos.

Nos han metido desde hace 100 años que las Malvinas son argentinas y que hay que recuperarlas, y me parece que es una gran ficción nacional.

A lo largo de su vida Jeanmaire ha escrito novelas de lo más disímiles. Historias que surgen de miradas sumamente originales de a cotidianeidad (varias de ellas fueron escritas a partir de noticias insólitas escuchadas por la Tv, como “Más liviano que el aire”) con personajes que se paran en el mundo para decir aquello que tal vez nadie se atreve. Propuestas literarias que dejan de lado lo establecido e intentan –siempre- sacudir al lector.  Por eso también sorprende y se agradece un libro como “Wërra” donde Jeanmaire baraja y da de nuevo buscando –otra vez- la mejor de las partidas.

En alguna oportunidad usted dijo que “Uno escribe para tomar riesgos”, ¿qué riesgos tomó con este libro?

-Los riesgos que yo tomo son literarios. Siempre trato de buscarles una forma a cada libro que hago. Borges decía que hay escritores de obras y escritores de libros, que Quevedo era un escritor de obra y Cervantes uno de libro. Yo soy cervantista absoluto y escribo libros no escribo una obra, y a cada libro que hago le busco la forma que es la correcta para decir aquello que quiero decir. Entonces, las formas de mis libros son totalmente diferentes.

Hay muchos lectores que le gustan algunos y otros no y ese es el riesgo que tomo: no repetirme, no encontrar una fórmula y seguir por los siglos de los siglos.

Yo cuando escribo me tengo que entusiasmar, divertir, apasionar, tengo que amar lo que estoy escribiendo. Y para eso necesito sentir que estoy haciendo algo que no hice antes. Ese es el riesgo básico.

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