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“Esta novela me permite asumir que toda literatura es siempre autobiográfica»

“La mujer que no conocía el mar” (El Emporio) es la primera novela de la cordobesa Florencia Aliaga, en la cual relata una historia familiar a lo largo de cien años. Se trata de una genealogía literaria ubicada en algún lugar de la provincia de Córdoba, desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, que tiene como figura central una mujer: Matilde Ugarte.

Dice Florencia Aliaga (Lic. En Comunicación Social) que si bien ya venía realizando publicaciones en diferentes antologías formales o poemarios, la novela (en general y este relato en particular) era una materia que tenía pendiente como escritora, y con la cual recién pudo conectar hace relativamente poco.

Dice, también, que ese tiempo de escritura apareció cuando transitaba las licencias por maternidad a medida que nacieron sus hijos, y al cual le dedicó las horas de descanso y de sueño (que no le sobraban), además de sudor y lágrimas, confiando en que todo valdría la pena y el esfuerzo. Escribir esta novela, a pesar de la voluntad y el sacrificio que llevó, fue puro goce”, dirá en algún párrafo de esta entrevista Aliaga, y ese “puro goce” sonará como el eco de cada uno de esos minutos que pasó sentada frente a la computadora construyendo esta historia, que ahora -terminada y editada-, le devuelve una (constante) mirada hacia adentro, un (eterno) camino de ida, una posibilidad para reconstruir las piezas de un rompecabezas familiar tan ajeno como propio.

“La mujer que no conocía el mar” tiene nombre y apellido. Se llama Matilde Ugarte. Es (una) de las protagonistas de esta historia y es la que sirve de anzuelo para traer (y atraer) otros tantos relatos dentro de esta genealogía literaria que se ubica temporalmente desde mediados del siglo XIX a mediados del SXX en algún lugar de la provincia de Córdoba.

La voz de Matilde llama a su madre, Dolores Figueroa Rojas, y ésta a su madre, Amparo Azucena Rojas para llegar luego a Estelita Muñoz. Todas ellas, aunque también los hombres (padres, esposos, amantes) de sus vidas, serán los pilares donde se irá sosteniendo esta trama que, como dice su autora, surgió con el humilde objetivo de retratar un árbol genealógico que podría ser de cualquier clan de estas tierras, que comenzó a forjarse a fuerza de inmigrantes visionarios y también altaneros o caprichosos.

“La primera voz que pude reconocer y hacer centro de la historia que quería contar fue la de Matilde Ugarte. A partir de ella, de lo que se iba creando desde su testimonio, pude ubicarme en un tiempo histórico, en una sensación que tomaba vida propia para ser contada”, dice Aliaga al comenzar esta entrevista con Babilonia, donde justamente cuenta el proceso de escritura de su novela que, entre otras cosas, le permitió reconocer y visibilizar también secretos y pecados de su propio linaje.

 

– La novela se centra en Matilde Ugarte «La mujer que no conocía el mar». Pero antes de llegar a ella, como lectores conoceremos  su «árbol genealógico» con relatos y personajes que quizás ni ella misma conoce.  ¿Quién surgió primero en la invención: la propia Matilde o quienes la anteceden?  

-La primera voz que pude reconocer y hacer centro de la historia que quería contar fue la de Matilde Ugarte. A partir de ella, de su testimonio, pude ubicarme en un tiempo histórico, era una sensación que tomaba vida propia para ser contada. Su protagonismo, que identifiqué desde el primer día, y la reconstrucción de su familia a partir de su propio relato, hicieron nacer a los demás personajes, los que surgen desde la necesidad que ella misma tiene de conocerse; porque algo que afirma la novela es esta conexión involuntaria que tenemos con los que nos han antecedido.

En cuanto al proceso creativo, lo disfruté mucho. Hubo bastante investigación previa, un trabajo casi periodístico de entender el contexto donde sucedían los hechos, con lectura de libros de costumbres, de brujería, ensayos donde se describían las experiencias y alcances de la mujer en ese entonces, los que fueron cada uno inspirando la experiencia de esta familia.

– En la solapa del libro se señala que te permitió «sanar tu propio y compartido álbum familiar», ¿qué conexión hay entre los personajes y tu historia personal?

-Si bien la intención inicial fue darle forma a una historia ajena, su escritura fue un constante y consciente intento de escapar del recurso autobiográfico, mientras que en paralelo me sorprendía descubriendo mi propia traición. Varias veces -releyendo lo escrito- me descubría a nivel inconsciente desanudando dolores propios que quizás pude asumir recién después de la escritura de la novela.

Hay muchos homenajes conscientes a mi familia, sobre todo en los nombres, y muchas preguntas y reclamos para los que en vida no tuve oportunidad de hacer a familiares que ya no están, sobre todo los hombres que me han antecedido, los que –siento- me han defraudado en cierto punto. Lo cierto es que la trama en sí no hace referencia a mi historia ni la historia de mi familia. Pero lo maravilloso fue ir descubriendo que en realidad dice mucho más de mí y de los míos de lo que me gustaría, o quizás de lo que me hubiera permitido decir. LMQNCM me permite asumir que toda literatura es siempre autobiográfica, algo que antes intuía especialmente para la poesía. Nuestras palabras hablan por nosotros. Si ese sucede, creo que fuimos honestos, e hicimos bien nuestro trabajo. El resto es periodismo, o escritura técnica, y esa escritura muere rápido, a nadie le interesa después de un tiempo. 

Literatura de lo privado a lo público

 

– El texto en general de la novela y las micro-ficciones que la integran (sobre cada uno de los integrantes del clan familiar -Ugarte, Rojas, Figueroa-), sirven para retratar vidas privadas, pero -y sobre todo-, la dinámica pública, social y política de toda una sociedad. ¿Cuál fue tu mayor interés al crear esta historia: lo privado o lo público? 

– Una de las pocas seguridades que tuve al asumir esta historia fue la de querer tomar lo privado para atarlo con lo público, para demostrar cómo cada movimiento en esta esfera repercutía en la primera, y viceversa, aunque siempre lo que sucedía puertas adentros quedaba marginado, como si lo que pasara en el hogar fuera de un orden menor. Esta ha sido durante siglos la vivencia de la mujer, relegada a lo que pasaba puertas adentro. Y aunque las dinámicas privadas permanecían en lo oculto, todas las (micro) vivencias de lo privado compartían esa incomodidad, esa injusticia, esos dolores inconfesados, esa sensación de encierro y agobio que llevan a las mujeres a repetir esas cadenas de sometimiento o buscar la propia liberación, cualquiera sea el precio.

Me interesaba contar la historia de una familia que pudiera también universalizar la historia de otras, una trama que hablara de todas las familias, que a pesar de los detalles y de los nombres, todos nos pudiéramos sentir de ese linaje, fruto del amor, pero también fruto de los mismos errores, los mismos desaciertos.

 

 

 

– La novela recorre casi un siglo, describiendo episodios históricos y también usos y costumbres de época. ¿Cómo fue esa recopilación de datos, esa investigación formal para utilizar como estructura de la novela?

-La abuela de mi marido, a quien le dedico la novela, fue quizás la mujer más lectora que he conocido. Una verdadera mujer pulpo, enciclopedista, adelantada para su tiempo y tan necesaria para su época. En su biblioteca, la que generosa puso a mi disposición, «perdí» años sumergiéndome en el pulso temporal que quería transmitir con la historia. Ella tenía mucho libros de  costumbres y de la historia de la mujer a través del tiempo, además de miles de novela de época latinoamericanas los que me permitieron ubicarme en contexto, en un tiempo y lugar que imaginé como Córdoba-Argentina desde el año 1860 al 1960 aproximadamente, aunque después tomé la decisión de no mencionar nunca ningún lugar geográfico, para poder en ello universalizar la historia. Iba apuntando hechos que marcarían rumbo de mis personajes, los que fueron luego incluidos en la trama, los que iban cambiando la suerte de los personajes que aparecían. Los hitos históricos desde donde se delinea la historia, y los usos y costumbres son de exactitud casi periodística. Cualquier ciudad del interior de un país latinoamericano puede ser el lugar donde se desarrolla esta historia, permanentemente en tensión con sus hermanos de la capital que miran a Europa como la única forma de salir de la barbarie que parece dominarlo todo. 

De oficio, escritora

 

– Has publicado con anterioridad relatos y es común ver en tu IG hermosas reflexiones hechas poesía. «La mujer que no conocía el mar» es tu primera novela. ¿Cómo fue su proceso de escritura? 

-Siempre quise escribir esta novela, pero escribir una novela es agotador, un trabajo de tiempo completo. Entonces en el medio me contenté con escribir cuentos porque amo escribir pero también me encanta vivir.  Así nació «Retratos Propios de Sucedidos Ajenos», y los varios cuentos que forman mis participaciones en antologías y concursos. Pero esta novela estaba pendiente. Así que aproveché el tiempo libre entre mis licencias de maternidad para conectarme con esta historia que siempre había intuido quería contar. Me di cuenta que solo me permití dedicarme este tiempo cuando tuve que parar y bajarme del mundo para criar a mis hijas, sacrificando el propio tiempo personal del sueño para hacer esto, escribir, que es lo que más me gusta. Quizás me ha costado mucho darme tiempo para escribir, y LMQNCM es un triunfo sobre el propio egoísmo hacia mí misma. Siempre he escrito, pero cuando escribo poesía es otra cosa, algo más terapéutico, una necesidad de pausa en la vida diaria para conectarme con mis emociones, casi un ejercicio meditativo con el que le doy significado a mis días. En cambio, escribir esta novela, a pesar de la voluntad y el sacrificio que llevó, fue puro goce.

 

– La narrativa latinoamericana ha visto nacer y crecer autores que han tomado los legados familiares para construir inolvidables novelas, García Márquez, Isabel Allende o Cristina Bajo son solo algunos casos. ¿Hay detrás de esta historia una lectora de la ficción regional?  

– Durante años todas mis lecturas eran en relación a autores latinoamericanos. Y el realismo mágico es sin duda mi género favorito. Además, es un género en el que las mujeres son fuertes, quizás no dominantes, pero sin dudas muestran en potencia esa inteligencia que hoy nos animamos a defender para que ocupe su lugar protagónico. 

Lo que sí es interesante, es que pasé años leyendo mayoritariamente a hombres, cayendo en la trampa de que las mujeres solo escribíamos para mujeres, sobre todo desde la escritura romántica, como si la complementariedad con el otro sexo fuera el único problema de nuestra existencia. De hecho, siempre aclaro que LMQNCM no es una historia de amor, si no la historia de una familia. La vida es mucha más compleja que una historia de amor. Hace varios años también me he propuesto dedicarme a leer a mujeres más allá del género literario, y he descubierto un mundo infinito que no está debidamente promocionado desde la escuela ni desde el mundo editorial, donde los hombres son los dueños de los premios y de las palabras.

No quiero en esto decir que he dejado de leer a hombres, pero sin dudas, creo que la literatura universal ha mostrado en estos siglos un solo lado de la historia. Estoy ansiosa y entusiasmada por lo que ahora tenemos las mujeres qué decir.

 

– Para quien no haya leído la novela todavía, ¿con qué nos encontraremos al leer «La mujer que conocía el mar?

– “La mujer que no conocía el mar” es una novela que cuenta la historia de una familia en cien años,  buscando sobre todo valorizar a las mujeres, recuperar el valor de sus roles como amas de casas, poner a dialogar a las patronas con las empleadas, con la idea de recuperar esas voces y unir a todas las mujeres.

Es una invitación a hacer una revisión necesaria y sanadora de nuestros propios árboles genealógicos, y poder entender en contexto, para perdonar a quien tengamos que perdonar, y entender a nuestros miembros de la familia que tengamos que entender, y quizá soltar, desde la culpa y el perdón, a quien debamos soltar en nuestra propia historia. Es una historia que permite entendernos, descubrir quiénes somos, de quiénes hemos sido fruto, para ahora sí estar listas para reclamar nuestro lugar, para ser libres y protagonistas de nuestra propia historia.

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