babilonia logo

Luis Carranza Torres:" "Es un período de la historia universal que me ha cautivado desde chico"

 

El escritor y abogado cordobés acaba de editar «Mujeres de Invierno», una historia atrapante que transcurre a inicios del III Reich. 

 

 

 

 

Una inquietud que lo acompañó fue lo que llevó a Luis Carranza Torres a escribir “Mujeres de Invierno”. Es que, según el autor manifiesta, desde siempre tuvo curiosidades por el período del tiempo que tiene como escenario la novela. A eso de le suma su eterna curiosidad por entender diferentes sentimientos adoptados por hombres y mujeres en las mismas situaciones hostiles que les presenta la vida.

 

“Mujeres de invierno” transcurre en los inicios del III Reich, con un canciller Adolf Hitler en ascenso, dispuesto a todo por conseguir el poder absoluto, y es en ese marco donde una familia de alta alcurnia argentina desembarcará, trayendo su idiosincrasia y matizándose de a poco con las exigencias sociales, políticas y culturales que Alemania propone.

 

La familia López de Madariaga llega a Berlín con una misión diplomática: Ignacio, jefe de familia, ocupará el importante cargo de embajador argentino. Como él, los demás integrantes deberán afrontar los cambios que todo clan enfrenta cuando se va de su lugar de origen. De todos modos, Alemania es uno de los países más cultos de Europa, pensarán ellos, y dejarán sus temores de lado ya que en esos momentos lo único que hacía temer eran las naciones ligadas a la pobreza.

 

Sin embargo, la violencia y la muerte pronto comenzarán a hacerse presente en esta trama, anticipando uno de los episodios más cruentos de la historia universal.

¿Cómo prever semejante locura? ¿Era posible anticiparse a lo que fue el horror del Nazismo?

En veredas enfrentadas, Lucrecia y Constanza, madre e hija, serán los polos opuestos donde se ubicará el espectro de posturas ideológicas, reacciones y sentimientos de la época.

 

Tras haber estado presente en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires «Mujeres de invierno» espera por su presentación formal en Córdoba. Mientras tanto, su autor nos habla del por qué de este relato y cómo fue constuir a cada uno de sus personajes.

 

 

 

– Después de un relato contemporáneo (El juego de las dudas), regresás a la novela histórica, pero no elegís nuestro país, sino  la antesala de  una época signada por la confrontación y la muerte, ¿Por qué quisiste que tu nuevo libro transcurriera en la Alemania previa a la Segunda Guerra Mundial?

– Me encanta ese período histórico, particularmente en esa sociedad. La revolución rusa, igual de totalitaria, se dio en un pueblo que pasaba por carencias básicas, la comida entre ellas. El vuelco al totalitarismo nazi se da en una de las sociedades más cultas y abiertas de Europa, como era la alemana de la época, que estaba dejando atrás inclusive sus problemas económicos. Por qué gente común se vuelca a apoyar un gobierno férreo primero, liderado por un dictador luego, es algo que siempre me pregunté. Qué cosas en el espíritu hacen que uno reniegue en la peor forma de todo lo valioso que tiene su vida, para abrazar un proyecto basado en la obediencia total y la sumisión a los deseos de una sola persona.

Lo que puede haberlos llevado a eso es lo que trato de entender y  mostrar -desde la literatura-, en la novela. Comprender para no repetir, porque ninguna sociedad de halla exenta de pasar por algo parecido. Y la expresión artística tiene algo que decir respecto de eso.

 

-Más allá de los encuentros y desencuentros amorosos que tienen todas las novelas, aquí la tensión mayor la tiene el vínculo entre madre e hija, ¿qué buscaste retratar en estos personajes y sus cruces?

-El desafío fue retratar dos mundos femeninos que se diferencian por la edad y los sentimientos de cada una. Siempre me gustó ver cómo dos personas, ante un mismo hecho, adoptan distintas posturas. También me gusta explorar ese sentimiento de atracción y repulsión que a veces surge en ese tipo de relaciones. Lucrecia y Coti muestran dos perfiles muy clásicos en las mujeres: la apasionada, la exploradora, que va construyendo el mundo bajo sus pies en el caso de Coti;  y la más fría, que no da paso en falso y actúa siempre sobre lo seguro y sin miramientos como Lucrecia. 

 

– Mucho se ha escrito, visto y leído sobre la antesala de la Segunda Guerra, ¿cuál creés que es tu granito de arena desde la literatura sobre este hecho?

-Es un período de la historia universal, aparte de fundamental, que me ha cautivado desde chico. Nunca antes el mundo estuvo tan cerca del infierno. Muchas de mis lecturas de adolescente fueron sobre ese tema. Mi papá, contaba que en su niñez veía en la casa de un pariente un mapa de Europa en donde marcaba con banderitas, las idas y vueltas de la guerra. Fue la primera vez, en un conflicto, que murieron más civiles que militares. También donde se dio el holocausto y la bomba atómica, los procesos de Nüremberg. Siempre me interesó saber cómo seres humanos cultos hicieron eso, dejaron que las cosas llegaran a ese punto terrible. Por qué, pudiendo perfectamente haber detenido ese camino al conflicto, no lo hicieron. Eso es lo que, literariamente, busqué mostrar.

 

– ¿Cómo fue el proceso de investigación previa para llegar a  personajes como Ignacio López de Madariaga, Lucrecia y Constanza?

-Hay mucho material disponible sobre dicha etapa. No siempre de la misma calidad y no poco es fruto de mitos o versiones interesadas. Trato de seguir fuentes clásicas, que conozca, de autores que son referencia en la cuestión del caso. En internet siempre veo si cita las fuentes, ese es un muy buen indicador. Lo otro es chequear la información. Tengo como regla que algo esté en dos fuentes distintas, no conectadas, antes de usarlo. También ayuda tener cierta idea de ese período, sobre el cual como lector he leído bastante. Lo siguiente, luego del contexto histórico, es definir el perfil psicológico de los personajes. Cómo se manejan, qué hacen, cómo lo llevan a cabo. Por caso, de qué forma actuaría, qué pensaría un varón de tantos años, «jefe de familia» en esos tiempos. Así, con todos. Y ahí uno tiene las pistas para estructurarlo. Luego, como si fuera magia, empiezan a actuar por sí mismos, conforme uno va dando forma a la trama.

 

 

 

– Tienes escritas casi diez novelas, ¿qué sentís que has mejorado en todos estos años y qué es aquello que seguís queriendo aprender en tu escritura?

-Se aprende todos los días, con cada línea. Al menos, es lo que uno intenta. Con los años se adquiere más rigor técnico. Trato que eso no vaya en contra de la espontaneidad que tiene que tener todo acto de escribir. Ahora uso escaletas o líneas de tiempo, pero paradójicamente, ese planeamiento, bastante acotado por cierto, me da más libertad para pensar escenas en la trama o imaginar las reacciones de los personajes.

 

– El año pasado publicaste «El juego de las dudas», y en el 2015 «Palabras silenciadas», ¿crees que es necesario que un escritor edite una vez al año su trabajo? ¿Cuáles son las variables que un autor o editor tiene en cuenta a la hora de pensar su producción»

– No creo en editar cada equis cantidad de tiempo. La creatividad y el tiempo que uno puede dedicarle a la escritura es completamente variable. Hay períodos en que escribís más y en otros menos. Cada obra tiene su tiempo de elaboración. Algunas se escriben, como se decía antes, «de un plumazo». Otras son una construcción lenta. Hay que respetar los tiempos de cada una. Yo nunca he «pensado mi producción», para decirlo con las palabras de la pregunta. Cuando siento que una novela está lista, la mando a los editores, sea el mes que sea. Sé que ellos prefieren ciertas épocas para publicar, pero no es un tema en que me meta. Simplemente escribo, cuando puedo, lo mejor que me sale. No quiero que el escribir deje de ser lo que es en mi vida: un disfrute.

 

Read Previous

Historias de amor para redescubrir en Netflix

Read Next

Especial para cinéfilos