La poeta cordobesa Griselda Gómez acaba de publicar “Patio materno” (Milena Caserola), libro que reconoce como el de mayor intimidad dentro de su trayectoria como autora, donde retrata y reconstruye parte de su memoria familiar. Una hija y una madre se reconocen en el ocaso de la existencia, se nombran y se despiden.
Griselda Gómez (Villa María), autora cordobesa de aplaudida trayectoria, nos tiene más que acostumbrados a poemarios donde la palabra (certera, humilde, sostenida) se permite tanto alumbrar oscuridades, como sembrar penumbra para reconocernos a tientas en la mayor de las soledades.
Es que para Gómez, la palabra es juego, es acción, es la alquimia que -sabiamente equilibrada- mueve las fibras más íntimas logrando ponernos frente a frente con nosotros mismos.
Luego de libros como “Doy mi des/nombre a México” (2016), “Clan/Destinos” (2015) o “Mudar el habla” (2014), para nombrar algunas de sus últimas propuestas, o “Condenados al vacío” (1998), “Náufragos de palabras” (2005) o “Lloviéndome los ojos” (1993), para recordar algunos de sus primeros títulos, todas propuestas que proponen reflexionar sobre el mundo y su/nuestro habitar en él, Gómez nos invita esta vez, con “Patio materno”, a recorrer un camino que comienza en el exterior, pero que de a poco va entrando paso a paso en la intimidad de su hogar y que tiene como figura central la madre. Su madre. Una madre que fue lumbre, aún a la distancia, pero que ya no está y que su ausencia es la presencia más notoria en su vida.
Una madre y una hija son entonces los puntos que sostendrán y tensarán una prosa poética exquisita que dialoga entre pasado y presente y ahonda en un vínculo que nunca terminaremos de descifrar.
Acompañando la publicación de su libro (la presentación oficial en Córdoba será el 25 de noviembre) , y a días de viajar a Buenos Aires para exhibir este poemario en La Biblioteca de Café dentro del ciclo “Historias que dejan marcas”, Griselda Gómez –actual directora de la Biblioteca Córdoba – charló con Babilonia y contó el proceso de escritura de “Patio materno”, que demandó varios años, en los cuales fue confeccionando textos que mucho antes de habitar un libro fueron apenas fragmentos que reconstruían, como trazos de una pintura, las visitas a su madre.
De afuera hacia adentro
-El patio, ese espacio posterior de cualquier morada, en conjunción con la figura materna da nombre al libro. La madre como figura central de la vida de cualquier persona, ya sea desde la presencia como de la ausencia. ¿Por qué esa necesidad de ubicarte en el patio, en el exterior de la casa para nombrarla?
-El patio, ese espacio dentro de la casa y fuera de ella. La madre como figura presente y ausente; la hija que mira y siente… Es en el exterior de la casa donde todo se libera, el patio es lugar recurrente para mirar el adentro y desde allí poder nombrar o decir lo indecible, también escribirlo. A veces escribo lo que no puedo hablar y es necesario expresar.
-Ese patio materno también, tan presente y fértil de limones, mandarinas y flores, y al que siempre se vuelve (real o simbólicamente) parece jugar en contraposición de una familia con poca descendencia. Abundancia y escasez, compañía y soledad. Mandatos y estereotipos de mujeres y maternidades cruzan las páginas. ¿Hubo una intención de ver el mundo (al menos esta vez) desde lo femenino y hablar/debatir/reconstruir todo ese universo?
– Todo patio se puede recorrer con descendencia o en solitario; mi caso se inscribe en lo segundo. Este patio repleto de cítricos, este patio crítico albergó los juegos de infancia, los sueños de juventud y ya en la madurez me plantó respuestas a tantos interrogantes. Volver a él, entrar a sus sombras y luces fue reparación y también comprensión. Después de medio siglo cerrar para siempre la casa materna, aquel patio me devolvió la idea primitiva y constante, esa que sostengo: la vida es circular y está repleta de universos circulares.
No esta vez, siempre está la intención de ver el mundo desde lo humano, para poder hablar, debatir, seguir construyendo.
Palabras íntimas
“Ha pasado más de medio siglo y recuerda con nitidez su parición invernal, mis balbuceos salvajes, la sangre de mis golpes, mis dibujos a mano alzada, mis escapes. Mientras ella rememora mi rebeldía despeinada, tengo hambre, rabia, sed y no sé por quién escribo”.
-Hay poemas que describen/reconstruyen infancia, juventud, adultez con una madre que se ve y se siente, y otros que la evocan desde la ausencia o la memoria. ¿Cuándo fueron surgiendo estos poemas? ¿Por qué recopilarlos?
– Creo que “Patio materno” es mi libro más íntimo; brevísimo en este recorrido de ida, porque pensar la infancia, la juventud y la adultez como un estar de vuelta sería una actitud soberbia o tal vez inherente a los dioses, de los que siempre estuve muy lejana. Poemas y prosas poéticas que integran el libro surgieron en 2015 como relatos en una suerte de diario íntimo; entonces viajaba a visitar la casa donde nací y me sentaba junto a mi madre en aquel patio a ver cómo explotaban los azahares y las alas urgentes del colibrí nos recordaban que eran tardes iluminadas. El proceso tuvo varios años, algunos de los textos fueron compartidos en mis redes, pero cuando fueron muchos hice lo que siempre: los envié a las personas que están nombradas en el libro (prólogo, epílogo, agradecimientos) para tener miradas objetivas sobre tantas subjetividades. Si no hubiese tenido esas lecturas y esas devoluciones “Patio materno” estaría en el fuero de un cuaderno íntimo.
Fue un proceso de varios años, mucha lectura escritura y una selección exhaustiva, incluso albergada y expulsada de algunos patios. ¿Por qué? Porque fue y es necesario seguir escribiendo, para dar cuenta, para recordar, para restaurar, para dejar algo a quien quiera tomarlo.
-El duelo es la raíz del libro. Un duelo de la madre y de la hija que ya no será. La figura de la familia (“de madre sola y padre borrado/de hermandad para no volver al pueblo infame”) entra y sale de escena. Los duelos cierran y permiten que se abran otras cosas. ¿Hubo/ Hay algo que nació/se alumbró después de todo eso?
-El duelo es raíz y el nacimiento también. Tal como lo decís: “la figura de familia entra y sale de escena”, sencillamente porque hay mucha vida después de todo eso. Todos los días algo nace, algo alumbra.
Retratar la vejez materna
“Se mutan sus cabellos coloridos y brillantes al blanco nieve; las piernas andan pendulares, los pies friccionan contra el suelo, las manos tiemblan cuando llevan la comida y el cepillo hacia la boca, el atardecer es idéntico con o sin sol entrante por ventana, la noche no alberga reloj despertador y la mañana es siempre invierno”.
-Hay poemas que retratan la vejez (tremenda, solitaria, déspota) de la propia madre de una manera clara, contundente, pero también bella. Versos que hablan de una observación constante y contenida del cuidado materno. ¿Cómo fue atravesar ese cuidado desde lo poético?
– Como una acción cotidiana. Mirar, hablar, comprender, hacer preguntas hasta no dar más, recibir respuestas que no hubiese querido escuchar, y sobre todo en los años del final poder decir todo aquello que había sido vedado; hacer todo eso con un afecto recíproco e incondicional de una hija que observa el ocaso y el despegue de la madre, intentando comprender que ser lo que se es sucede porque alguien decidió sembrarnos. Seguro para ella tampoco fue fácil.
En este libro no sólo intenté retratar desde lo poético el vínculo con la madre; están también los otros: el amical, el amoroso, el patológico; los patios y parques transitados sobre los que ahora sí puedo escribir con todos los cuidados.
-La poesía es tu forma de ver el mundo, pero creo/supongo que desde que comenzaste a escribir tus primeros versos hasta hoy has mudado la piel varias veces, incluida la de la escritura. ¿Qué fue para vos la poesía en este libro en particular?
– La poesía es mi resistencia, mi residencia y mi insurgencia. Muchas veces he mudado de piel, habla, cuerpo, escritura. Nunca he podido mudar de memoria. Este libro en particular no me salva; como dije al principio: repara, alivia y sana.
“Tío”, nombrar el infierno
Dentro de “Patio materno” hay un poema apartado del resto que lleva por título “Tío”. Es un poema tan tremendo como necesario, tan feroz como delicado que se diferencia del corpus general por su tonalidad y su extensión, y que narra un episodio de abuso. Sobre este poema puntual también le preguntamos a la autora el por qué de su decisión para que integre esta propuesta.
-La ausencia materna abre las puertas para revisar episodios de la propia infancia/juventud. En este sentido, el poema Tío es de una contundencia/oscuridad absoluta dentro de un libro con otro tono. ¿Cómo fue la decisión de sumarlo a este volumen de poemas?
-La ausencia de la madre presente y la presencia de la madre ausente devino introspección y revisión de los mandatos y de las rebeldías. El poema “Tío” fue escrito como un solo libro, para ser ilustrado con cuatro o cinco versos por página, destinado a adolescentes que hubiesen transitado en la infancia una situación semejante y no se animaran a contarla; pero el deseo era ostentoso: un libro de alto costo. Pasado el tiempo decidí incorporarlo a “Patio materno”; después de todo ese “Tío” estuvo en el afuera y en el adentro de mi casa y yo estuve en su patio durante toda mi infancia y toda mi adolescencia.
A tener en cuenta
“Patio materno” se puede conseguir en Córdoba en las librerías El Espejo y Rubén Libros.
Se presentará el próximo jueves 25 de noviembre a las 20 en Teatro La Luna (Pje. Escutti 915) donde la autora también hablará acerca de “Vos in/debida voz” (Narvaja Editor), su otro trabajo publicado en 2021.