En su último libro, publicado en 2019 por DocumentA/Escénica, la autora cordobesa nos invita a bucear por su universo de letras como un ejercicio literario exquisito.
En una cuidada edición de libro objeto, de esos que dan gustos atesorar o exhibir como reliquias (incluso los dibujos internos de las tapas invitan a hacerlo) la colección “Escribir” del sello DocumentA/Escénica presentó el año pasado uno de los títulos que se ha convertido en lo mejor de lo que fue la temporada 2019.
Continuando el camino que ya habían trazado libros como “El viaje inúltil”, de Camila Sosa Villada, “Cómo me hice viernes”, de Juan Forn, “La partida fantasma”, de Leonardo Sanhueza y “Ojo de agua”, de Rodrigo Fierro, Eugenia Almeida propone en esta oportunidad un recorrido por un sendero profundamente vivencial, donde nos lleva de la mano por ese “lenguaje secreto del que estamos hechos”, y que reza como subtítulo.
Tomando como formato esa primera estructura gramatical a la que nos acercamos siendo quizás niños, Almeida juega –y no de manera inocente- con todas y cada una de las letras del abecedario como prendiendo las luces de un recorrido que irá iluminando nuestro camino como lector, y al mismo tiempo, develando sus secretos como autora.
Al inicio ella misma lo dice, el libro es quizás “Un ensayo, un ejercicio, algo que está en camino, desenvolviéndose. Algo efímero, el momento en que sucede”. ¿Qué podría ser este libro sino una forma de eternizar ese instante donde surge el acto creativo, la suma de las partes de lo que somos al escribir? Almeida lo intenta y vaya que lo logra. Se esfuerza, mide cada palabra, se lanza al abismo y vuela.
Procesos, tonalidades, ritmos, sonoridades internas, musicalidades en la trama. Eugenia Almeida habla como lo que es, una mujer que escribe, “un cuerpo que escribe” y al mismo tiempo invita a otros, a quienes quizás no se animan a hacerlo, a que descubran la pulsión de la escritura. Desacraliza el arte que a veces parece estar sólo destinado para los dioses y lo vuelve pagano porque, a fin de cuentas, todos estamos hechos de lenguaje y podemos desplegarlo si nos podemos/permitimos dejar inundar por él.
Creo que no es casual su aparición. Después de cuatro novelas (El colectivo / La pieza del fondo / La boca de la tormenta / La tensión del umbral), participación en antologías, decenas de artículos periodísticos y ensayos, orgullosos reconocimientos de colegas, premiaciones internacionales y décadas de trabajo sostenido, Almeida nos propone ahora salir del foco de su ficción y llevarnos a dar un paseo por las aguas donde se mueve a la hora de escribir. Como si después de desplegar su encanto en escena, nos dejara entrar a lo que Liliana Heker llama “la trastienda de la escritura”, ese universo mágico y también –a veces- terriblemente real desde donde apoya sus pies y se ubica en el mundo.
Cada letra será un anclaje, cada anclaje una búsqueda, cada búsqueda un encuentro.
«Inundación» de Almeida es justamente eso, encontrarse con el sentido más genuino del verbo escribir, aquel que se vincula directamente con el oficio de la escritura. “Tal vez, en los oscuros pliegues del tiempo no haya más que el tacto mudo de nuestros dedos. Y nuestras acciones”, dice Berger y pienso en Almeida y su oficio de narrar, narrar como artesano del barro que antes fue solo tierra y agua, y mañana será otra cosa, algo que podrá ser eterno.
“¿Cómo se desdobla la mano que escribe para ser al mismo tiempo lectora de la huella que deja?”. A través de las páginas de Inundación Almeida afirma y también se pregunta, y sus interrogantes son -sin dudas- los ejes donde se irá apostando la trama de este libro y a la vez los puntos suspensivos que quedarán latentes en nosotros cuando ya no esté en nuestras manos, porque no hace falta mucho tiempo de lectura para darse cuenta que Inundación es un libro que refiere al agua, a ese elemento que puede palparse, pero que al mismo tiempo queda en el aire, siempre presente, de quien lo lee. Moviliza los registros de todos nuestros sentidos y nos lleva a las profundidades de lo que somos y, por tanto, de lo que significa ser.
El abecedario de Almeida está compuesto de palabras ordinarias, sencillas, de uso común pero que conectan, gracias a ella, a lugares complejos, a ese sentido que sólo ella puede darle; y en proyección nos propone hacer el mismo juego de asociación. El A de Almeida es Ahora, la B es Búsqueda, la C de compás, y en este avanzar nos toparemos también con nombres que brillan en el cosmos de la escritora: H de Hesse, K de Kafka, J de Japrisot, N. de Névirovsky, W. de Weil. Todas y cada una de las letras y sus reflexiones, las búsquedas de las que está compuesto Inundación son un viaje único e intransferible.
Desde aquella premiación sorpresiva del certamen Dos Orillas en 2005 (España), por la cual “El colectivo”, su ópera prima, se editó en Argentina y luego en otros países logrando su traducción en diferentes idiomas, Almeida no ha dejado de crecer y construir un perfil sumamente interesante como autora, docente- tallerista y periodista. Y no sólo eso, sino que se ha convertido en una de las referentes actuales de la literatura cordobesa, que representa un universo literario sólido, moderno, de profundas raíces latinoamericanas y con un discurso sumamente actual que irrumpe e interpela desde el centro de nuestro país y se está haciendo oír en todo el mundo.