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El Reino, efectiva y polémica

Estrenada de manera reciente en Netflix, el thriller creado por la dupla de Marcelo Piñeyro (director/guionista) y la escritora Claudia Piñeiro (guionista) no defrauda. Con una trama sólida más un elenco estelar, pone sobre la agenda debates políticos, culturales e ideológicos que son necesarios revisar.

Desde hacía meses, “El Reino” estaba dando vueltas en el universo de redes y medios, con fotos e info que iban y venían sobre las etapas de rodaje, post-producción y estreno interrumpidas a causa de la pandemia. Atraso que no hizo más que intensificar la ansiedad por ver en pantalla una producción nacional (de la mano de KyS) en plataforma internacional como lo es Netflix, y que –adelantaba- generaría polémica por abordar un tema por demás espinoso como lo es la conjunción entre religión y política. Finalmente el debut fue el pasado 13 de agosto y, a los pocos días se confirmaron las sospechas: no solo hubo (y hay) enconos por la historia, sino que la producción se convirtió en lo más visto de la plataforma. De hecho, lidera el top ten de lo más vistos en toda la región.

Algunos hablan de “furor”, otros de “tendencia”, lo cierto es que “El Reino” no hizo más que prometer y cumplir con las expectativas y sin dudas su éxito tiene que ver con un trabajo en conjunto entre su director y guionista (Marcelo Piñeyro y Claudia Piñeiro, quienes ya habían trabajado junto cuanto él adaptó la novela de ella “La viuda de los jueves”), pero también por un elenco que sostiene la trama y sub-tramas y cada uno de sus personajes (o casi).

Pero vamos por parte

Un relato con anclaje literario

Cuando uno ve “El Reino” nota que hay un cuidado trabajo en cada una de las escenas y los textos o gestos que se presentan en ella, y esa tarea casi artesanal tiene que ver -sin dudas- con una sintonía entre quien dirigió (a Piñeyro lo acompaña en la dirección Miguel Cohan) y quien escribió el guion.

Sabemos que Piñeyro (Plata quemada, Kamchatka, El método) tiene un gran oficio a la hora de filmar y adaptar, pero lo cierto es que nunca habíamos visto a Claudia Piñeiro (excelente en su escritura) en el rol de narrar para TV, o sea, pensando en que esas escenas escritas en papel realmente se harán visibles, y –hay que decirlo- lo ha logrado de manera gratificante.

¿Por qué? Porque cada uno de los personajes que participa en “El Reino” fue construido desde el registro literario (como si lo hiciera para sus potentes novelas), con particularidades e  historias personales que no siempre se muestran en el relato final, como se crean en la escritura. Son corpóreos mucho antes de ser encarnados por un actor y se definen no sólo por lo que dicen, sino por aquello que piensan y callan.

El pastor Emilio y su esposa (interpretados por Guillermo Peretti y Mercedes Morán), la fiscal Roberta Candia (Nancy Dupláa) o el padre Tadeo (Peter Lanzani) –a mi entender los mejores de la miniserie- se pondrán en la espalda este thriller, otorgando muy de a poco elementos a los espectadores, para que puedan (podamos) desentrañar el móvil del crimen que sorprende a propios y extraños en el primer capítulo.

De hecho, la serie presenta ni bien comienza el mayor de los indicios, que por momento parece diluirse, pero que se refresca con algún pequeño plano detalle de una escena. El pastor Emilio, el núcleo central de la historia, y donde están puestos todos los ojos, tapa día tras día la consecuencia de lo que debe haber sido un fuerte golpe en uno de sus ojos. ¿Quién le pegó al pastor Emilio? La pregunta puede parecer banal ante los tremendos hechos que se presentan, pero termina siendo una de las puntas centrales de la serie.

Un buen comienzo

“El reino” tiene una trama sencilla pero muy bien desarrollada, que mantiene hasta el final la tensión y que se mete de lleno en el universo del poder, tanto de quien lo tiene, y de quien lo quiere tener. Comienza de manera potente con el asesinato -a vista de todos-, del candidato a la presidencia –Armando Badajoz-, de una fórmula que se completa con un pastor evangelista de derecha inexperto en política pero muy hábil para los negocios y oportunidades (Peretti), que  juega con el discurso del mensaje divino para alcanzar la gloria y sus beneficios. 

El crimen de este thriller no tiene (al parecer) ningún misterio. Es decir, el asesino se ve antes, durante y después del hecho y es arrestado luego de cometerlo. Y no es ningún anónimo, sino un trabajador de la Iglesia de la Luz, lo que da lugar a otra pregunta aún más compleja a desentrañar: ¿Por qué mataron a Badajoz? Y la pregunta se redobla cuando el asesino descubre que cometió un error. ¿Debía morir el pastor Emilio? ¿Por qué matar al enviado de Dios en la tierra?

La respuesta será el camino que comenzará a desandar la fiscal interpretada por Dupláa, quien de a poco irá descubriendo una red de corrupción, mafia y dinero sucio. Y junto a la fiscal, nosotros como espectadores iremos también atando cabos sueltos y compilando información que la serie nos da de manera fragmentando, intercalando pasado y presente.

¿Por qué la polémica?

Lo dijimos al principio, “El reino” pone sobre la mesa la unión entre política y religión abriendo el debate no sólo sobre aquellos temas sociales que los diferentes credos siempre buscan callar (como aborto, pedofilia, feminismo), sino también sobre el poder que ejercieron y ejercen líderes carismáticos desde cualquier iglesia, avanzando sobre la libertad de la gente.

El Pastor Emilio es un claro ejemplo de monstruo e doble cara que no vacila en recoger dinero de sus fieles para sumar a sus arcas personales (no sin antes haberlo bendecido) o en utilizar pasajes divinos para invitar a todos aquellos que hayan caído al infierno del pecado (jóvenes sin futuro, marginales y fuera de la ley) para acrecentar el número de sus “fieles” seguidores.

Y lo curioso es –justamente- que de estas dos situaciones, la iglesia evangélica se mostró sumamente ofendida por la primera. En este sentido, la Alianza Cristiana de las Iglesias Evangelistas de la República Argentina (Aciera) acusaron días atrás a los creadores de la producción –pero sobre y sorprendentemente a Claudia Piñeiro- de usar el arte para “crear en el imaginario popular la percepción de que sus pastores solo tienen ambiciones de poder o dinero”.

Rápidamente, las respuestas de sus creadores no se hicieron esperar. «Lo que hacemos es denunciar a las iglesias evangélicas que manipulan a la sociedad para imponer políticas conservadoras y quitar derechos a la ciudadanía», dijo levantando el guante su director, Marcelo Piñeyro, y aclaró que la serie es solo  «una ficción» con datos de la realidad «con una iglesia inventada y un candidato de derecha inventado. El que se quiere poner el sayo, que se lo ponga».

De hecho, la Iglesia de la Luz es inventada pero consecuencia de una profunda investigación de sus guionistas del avance de esta religión de facción conservadora en toda América, con figuras como Donald Trump en EEUU y Jair Bolsonaro en Brasil.

Pero a mi entender, lo central de El Reino es una trama que se presenta como una oportunidad real de poner sobre la mesa y en la agenda social el debate sobre la (sana, necesaria, democrática) distancia que tiene que haber entre Estado e Iglesia. Debate del que se alejan todos y cada uno de los miembros de círculos religiosos y que se reflejó en leyes tan importantes como la de la Despenalización del aborto del año pasado.

Con o sin polémicas, lo cierto es que El Reino –y a pesar de algunos giros místicos que hacen trastabillar algunas líneas narrativas casi al final de esta primera entrega-, es una muy buena propuesta televisiva con personajes que van creciendo de manera pausada -sobre todo Peter Lanzani, aquel galán adolescente que demostró en  “Un gallo para esculapio” que puede llevar su carrera al género y lugar que le plazca- y que alcanzan el resultado esperado, consiguiendo mantener la tensión del espectador hasta el último capítulo.  

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