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El hábito del lector, o eso que parece imposible

En el marco del Día del Lector, desde Babilonia convocamos a nuestra comunidad para responder una encuesta sobre sus costumbres de lectura. ¿Cuándo leen los que leen? ¿Tienen tiempo para hacerlo o lo buscan en cualquier ocasión? ¿Qué recomiendan para aquellos que desean retomar la lectura? En esta nota abrimos el juego, planteamos debates y le damos una vuelta más de tuerca al contagio por la lectura.  

El próximo sábado se celebra en Argentina un día muy importante para Babilonia. El más importante, a decir verdad, y por eso durante todo el mes lo estuvimos festejando con notas, informes y actividades. Hablamos del #DíadelLector, fecha en que ponemos en el centro de escena esa gimnasia maravillosa de encuentro con la literatura, que practicamos e invitamos a practicar día a día y que en nuestro país se estableció recordando el nacimiento de Jorge Luis Borges, el 24 de agosto de 1899.

Nunca está de más recordar una de las frases de cabeceras de Borges, que explica, por supuesto, por qué en su natalicio ponderamos la lectura y que dice así:

«Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído».

Tan presumido como sabio, Borges absolutamente orgulloso de saberse uno de los grandes literatos del país, elegía vanagloriar el arte de la lectura por encima de la escritura. Darle importancia, prioridad, cuestión social a la simple voluntad de leer. Porque para Borges leer no era un acto menor, sino, por el contrario, la clave de todo.

Pero no es interés de esta nota hablar de Borges, sino de la lectura. Acto que se desarrolla desde hace miles y miles de años en la historia universal, que ha sido privilegio de pocos durante siglos en imperios, monarquías y feudalismos, para luego desparramarse de manera horizontal cuando las repúblicas modificaron el mundo moderno. Leer, incluso, se volvió un derecho. Sí, claro, pero, ¿y los que no quieren o no les interesa leer?

Daniel Pennac, escritor y ensayista francés, es uno de esos intelectuales que ha aportado otra forma de pensar el acto de lectura. Agudo y mordaz, docente desde hace décadas, Pennac se anima a ver el lado B del mundo lector y “(des)sacralizarlo” como quien dice. Así asegura en su libro “Como una novela”, que si bien el leer es un derecho no todo tiene que ser ni tan formal ni tan académico ni tan lineal.

Pennac estableció los "derechos del lector"

Si imaginamos a Borges, tal vez pensemos que vetaría quizás algunos libros por banales o superfluos, pero ahí aparece Pennac diciendo: adelante, porque el lector tiene el derecho de leer lo que quiera.

Entonces todo está arreglado. Leer es un arte y no hay que juzgar lo leído. Sin embargo, ¿es la lectura una actividad masiva? Observen a su alrededor, ¿es común la lectura en su vida? ¿Y en la gente que la rodea? ¿Cuánto se habla de lectura en la vida pública como se hablan de programas o canciones o videos virales?

Como dijimos al principio de esta nota, la lectura es para Babilonia muy importante y por eso nos desvela pensar en cómo seguir creando comunidad de gente que se interese por los libros. Con esta consigna es que convocamos a miembros de nuestra comunidad y les propusimos responder una pequeña encuesta sobre sus hábitos de lectura. Algunas fueron muy sencillas, por ejemplo: ¿Cuándo leen? ¿Leen todos los días? ¿Tienen tiempo de leer o se lo hacen? Y otras apuntan un poco más a nuestra quimera de seguir contagiando lectura y que buscan brindar consejos o recomendaciones a quienes quieren retomar el hábito del lector. Quienes respondieron (voluntariamente) son mujeres de 30 a 70 años, profesionales activas y jubiladas, que se reconocen lectoras, la mayoría participa de grupos de lectura – como Spa Literario, Rincón Literario o el Club de Lectura de Babilonia- o su trabajo está vinculado a la literatura como.

Lea cuando pueda

 “¿Quién tiene tiempo de estar enamorado? ¿Se ha visto alguna vez, sin embargo, que un enamorado no encontrara tiempo para amar? Yo jamás he tenido tiempo para leer, pero nada, jamás, ha podido impedirme que acabara una novela que amaba”.

Quien habla aquí es (otra vez) Pennac, señalando algo que parece obvio, pero no lo es. La lectura atraviesa nuestra vida, vida que está plagada de contratiempos. Si esperamos tener el tiempo para enamorarnos o leer o jugar, quizás nunca lo encontremos.

¿Lee cuando puede o hace un tiempo para eso? Era la primera pregunta de la cual el l 90% de las encuestadas dijo “dedicarle un tiempo a la lectura”, o sea, no es que le sobra tiempo (salvo en una o dos excepciones) sino que a pesar de la rutina a contrarreloj que implica la vida cotidiana –trabajo, hogar, chicos en escuela o universidad, incluso atender nietos-, se hacen espacio para la lectura. Como a cocinar, o mirar la TV o salir a caminar. ¿Por qué? Muy sencillo, porque consideran que es algo que “les hace bien”.

“Me relaja”, “lo hago por pasión”, “es un regalo que me hago”, son algunas de las frases más repetidas.

El 50% de ellas dijo leer todos los días y de la otra mitad señalan que si bien tratan de tener el hábito diario a veces no pueden y que en general depende de situaciones como viajes o contratiempos. Sin embargo, el periodo de no lectura no supera los dos días.

“Me destino un momento del día, aunque sean 20 minutos para leer”, señala Yani; “El tiempo está destinado a leer siempre, lo resto a otras actividades”, añade Selva, escritora, en su rol de lectora.

Y si nos animamos a hablar del poco tiempo que tenemos para leer (si así lo pensáramos), nos enfrentamos también a la actual competencia entre la lectura y otros placeres. Sabemos desde hace años que dentro de los consumos culturales actuales, los servicios de streaming han sido una competencia directa hacia el hábito de la lectura. De hecho, la última Encuesta Nacional realizada en 2023 señalaba que en el promedio las mismas personas que miran series o películas cotidianamente, leen quizás solo un libro por año.

Es que: ¿quién no destina las últimas horas del día a relajarse en un sillón viendo una serie? Pero no creemos que en sí que la competencia sea mala, sino que –tal vez- sea cuestión de equilibrar. Veamos.

El 80% de las lectoras consultadas, leen por la noche, antes de dormir, o a la tardecita. Incluso, algunas señalan que lo hacen antes de tomar una pequeña siesta y otras que llevan el libro donde vayan para usarlo en “tiempo muerto”, como la espera de un banco, un turno médico, chicos que salen de la escuela.

“Leo cuando viajo en colectivo”, dice Andrea  desde Buenos Aires, “leo cuando puedo”, agrega Graciela. La magia de conseguir tiempo de lectura no es buscar periodos extensos de tiempo (es una fantasía lo de leer horas y horas) sino hallarlos en pequeños baches diarios. Cada uno seguro encontrará el recreo.

Lea como pueda

En Babilonia decimos que leer es contagioso, que quien disfruta de la lectura disfruta también de contar por aquella experiencia buscando que el otro/la otra pueda pasar por lo mismo. Y, volviendo a Pennac, como es tan legítimo el derecho a leer como a no leer, sabemos que hay muchísimas personas que no están interesadas en lo más mínimo en tomar un libro.

Pero, ¿qué hay de aquellas que sí quieren y no pueden, que han leído y están convencidas que lo único que se entrecruza entre su amor por los libros y ellos son los contratiempos? Para casi todas las encuestadas, el primer escollo –como vimos anteriormente- es sacarse de la cabeza lo de no hay tiempo.

“Son excusas lo de no hay tiempo, siempre se encuentra si uno quiere”, resume la respuesta de varias lectoras que se animan a incentivar desde el realismo puro: así como hacemos tiempo para ir a alguna actividad física o talleres, ver películas o series, salir con amigas o a pasear, el tiempo para leer aparece dentro de la rutina.

Aunque también aparece otra respuesta que se repite y que tiene que ver con no encontrar un libro, un género, un autor que les permita desarrollar (o volver a desarrollar) el  hábito de la lectura.

Y eso ya es más complicado. Entonces…

Leer

Lea lo que quiera

Quienes trabajamos en el desarrollo de comunidades lectoras, que nos sentimos mediadores de lecturas, sabemos que hay libros que son como puertas y abren el juego. Libros que generan tal empatía con nosotros o que nos atrapan por su trama o personajes, que nos invitan a leer más de eso.

Sería muy fácil decir cuáles son, ¿no? Decir, por ejemplo, vaya a la librería, pida tal título y seguro le dan ganas de seguir leyendo. Pero no. Porque eso depende, por supuesto, del “camino lector” de Laura Devetach y de los innumerables textos que habitan en nosotros desde la niñez y nos provocan ecos diferentes.

Lo que sí puede ayudar es saber que estos libros puertas pueden que no sean textos de una complejidad narrativa elocuente, ni clásicos que “se deben leer”, e incluso pueden ser tendencias, best seller o libros que han pasado sin mucha pena ni gloria por los críticos y sin embargo logran lo que otros títulos no: tocarnos una fibra íntima que nos invite a seguir leyendo.

“Creo que el que dice que no tiene tiempo para leer es porque no llegó SU libro”, dice Loli; “No encontró el libro que lo/la atrape”, agrega Roxana, porque saben que siempre es la historia la que provoca esa irresistible necesidad de seguir leyendo.

Por último, les consultamos a estas ávidas lectoras cuál sería entonces sus consejos ante esa persona que de repente se siente perdida en la elección de libros pero que quiere retomar el hábito. ¿Por dónde empezar? ¿Cómo retomar esa gimnasia de encontrar el tiempo? ¿Qué autores podrían ser amables con quienes hace muchísimo no se atrapan con una historia? ¿Hay géneros más “fáciles” de leer que otros?

“Empezar a leer de a poco; algunas páginas por día y elegir de acuerdo al género que más te atrapa, y sino te gusta lo que elegiste dejarlo y empezar otro, quizás no es el momento para esa lectura”, dice Lau, integrante del Spa literario, en sintonía con las palabras de otras que al igual que ella siente que si no hay deseo, no puede haber satisfacción.

Como Yani, que dice: “Que busque una lectura que le atraiga, un libro corto para retomar y de a poco sumar páginas” o Susana que agrega: “Que comience de a poco, con un libro corto (hay muchos y muy buenos), el número de páginas no garantiza nada”.  Laura Pedrerol dice en tanto: “Elegir temética que más le guste y llevar libro a todos lados” y Celi López comenta: “Encontrar un libro fácil de leer pero atrapante, que sea más fuerte que las ganas de dormir” o de hacer cualquier otra cosa, agregaría yo.  

Graciela Bialet, una enorme escritora cordobesa, participó también de la encuesta y como lectora dejó un gran consejo: “Que se acerque a los circuitos de la lectura: bibliotecas, librerías, ferias… siempre hay un texto buscando a su lector, como dijo Sartre”.

¿Y si en vez de buscar nosotros los libros dejamos que los libros nos encuentren? Abrir el radar y escuchar tan solo historias que comiencen a resonar en nosotros para luego dar con una tapa, un título, una sinopsis que nos llame la atención. Incluso, llegar hasta la matriz de la palabra, la poesía o los textos infantiles, como dice también Gra Bialet: “Les recomendaría poesía para la noche, siempre antes de dormir. Novela con para las tardes y cuentos de literatura infantil para leer con los niños cercanos”.

Leer cuando se puede, como se puede y lo que se puede. Quizás bajar el nivel de ambición y aislarse por un rato de los tremendos (y algunos muy bien fundados) estímulos del mundo para que uno lea ciertos libros, y conectarse simplemente con el acto solitario y placentero de abrir un libro y escuchar una historia.

A veces, no es cuestión de salir a buscar nuevos libros, sino de revisar aquello que ya nos conmovió y ahora puede volver a sorprendernos.

“Releer no es repetirse, es ofrecer una prueba siempre nueva de un amor infatigable”, dice también Pennac. Ojalá que quien lea esta nota y sea lector, siga contagiando lectura, y quien la leyó y hace rato quiere y no puede, busque aquel libro olvidado que antes lo emocionó, lo abra y se deje enamorar otra vez.

Ya saldrán nuevas historias a su encuentro.

 

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