¿Cuántos lectores de El Eternauta hay detrás del boom por la serie?

Vista por millones de personas desde su estreno en Netflix, en Babilonia hacemos un recorrido por sus ediciones y nos preguntamos si esa masividad que hoy tiene la superproducción puede trasladarse a su lectura como clásico literario de los ´50. Nos dan su opinión Tomás Lynch, editor de Planeta Cómic, responsable de la edición que hoy se agota día tras día en las librerías y la escritora Agustina Bazterrica.

 

De repente todos hablan (hablamos) de «El Eternauta» y de Héctor G. Oesterheld. De un día para el otro todo conocemos a Juan Salvo y su conmovedora actitud de “Nadie se salva solo”, consiguiendo con su tropa de amigos sobrevivir ante la invasión alienígena en Buenos Aires. De repente, todos nos emocionamos y proyectamos lo que haríamos si fuese realidad esto del apagón masivo y la nieve mortal en una Argentina moderna.

Pero…¿todos hablamos de El Eternauta como algo conocido? ¿La opinión pública se refiere a esa historia teniendo una referencia anterior de su trama, de su personaje, de su autor? ¿podemos hacer un paralelismo entre la masividad de la serie con la masividad de su lectura desde los ´50 hasta ahora? Al fin de cuentas: ¿Cuántos televidentes/seriéfilos argentinos fueron antes lectores de la historieta?

La pregunta surge por varias razones y se ancla en una en particular. La primera es que si bien “El Eternauta” tuvo varias ediciones -desde el debut en la revista semanal Hora Cero desde 1957 a 1959 hasta la última de Planeta en 2022-, dejó de ser masivo, junto con el género, a partir de los ´90. Tal es así que el mismo Bruno Stagnaro, director de la superproducción, en una reciente entrevista a Clarín, señaló que “El Eternauta es una cosa muy conocida, pero poco leída”. De hecho, si nosotros paseamos por cualquier librería es fácil ver que la historieta y la novela gráfica dista muchísimo de ser lo más elegido por el público, aunque, por supuesto, eso no impide pensar que haya muchísima gente leyendo el género a partir de libros que circulan en otros ámbitos como bibliotecas, escuelas, plataformas gratuitas, etc.  

Entonces el debate está sobre la mesa. ¿Es “El Eternauta” el cómic más popular en Argentina? ¿Cuánto influye eso en la tendencia mundial por la serie vista ya por más de diez millones de personas? ¿Estamos ante la posibilidad de dar un nuevo empujón al género ilustrado literario?

El impacto por la superproducción de la serie es mundial.

«El Eternauta», su inicio

Haciendo un breve repaso por las diferentes ediciones del cómic, podemos decir que luego de la ya citada publicación en Hora Cero, con ilustraciones de Solano López -y ante la sorprendente respuesta del público-, la tira se reeditó en 1961 bajo el sello Record, dividida en tres partes: “El Mundo Arrepentido”, “Los Hombres de Hierro” y “Los Días del Futuro”, según lo señala el sitio de El Eternauta, quien apunta –además- que la misma sumaba nuevos dibujos y reformas de su autor en el guion.

A partir de ahí comenzaron las traducciones en diferentes idiomas (inglés, japonés, italiano, etc) y fue en 1969 cuando llega “El Eternauta II” con nuevos personajes. Pocos después, en 1976 hay una edición ampliada con el sello Meridiana y recién en 1991 es Colihue la que toma la posta sacando al mercado el cómico y otros títulos de Oesterheld –como Ernie Pick- con ilustraciones de Alberto Breccia. Años después, se suman las reediciones de NormaClarín y su tirada de diario nacional propone una edición de bolsillo.

Sin embargo, en 2022, lectores de todo el mundo se volvieron a entusiasmar porque el sello Planeta consigue material original para hacer circular una edición de lujo (incluso en tapa dura) de la legendaria novela gráfica, considerada ya después de 60 años un clásico del género de ciencia ficción marcando paralelismos de Osterheld con referentes universales (e idolatrados por el mismo autor) como Stevenson, Melville, Verne o H. G. Wells.  

Tomás Lynch es justamente quien estuvo detrás de esta re-edición, el responsable de la publicación en Planeta Cómic de «El Eternauta», quien trabajó en su producción y su cuidado. Con él hablamos desde Babilonia para plantearle nuestro debate y del interrogante sobre las posibles coordenadas que podemos marcar (al menos en Argentina) entre la masividad de televidentes y lectores.  

“Creo que Bruno tiene algo de razón en el sentido de que para los que tenemos entre 40 y 60 años, por ahí leímos muchísimo El Eternauta -porque nos tocaron varias buenas ediciones- y por otro lado, porque nos tocó una generación de menos televisión y más lectura. Pero desde el momento que se iba instalando el cable y después las plataformas e internet y redes sociales, la lectura, la historieta y la novela gráfica empezó a decaer, aunque esto cambió un poco con el manga”.

Según Lynch, y parafraseando a Stagnaro, la popularidad que tuvo el cómic desde sus inicios, sumado a la utilización política con La Cámpora y su “Nestornauta” en el 2010,  en la última década “mucha gente empezó a entender que era un personaje de historieta y por ende había un punto de partida con lo de la “nevada mortal”. Pero –aclara- no sabemos cuánto de esa gente había leído la novela gráfica”.

Quien se suma a al debate es Agustina Bazterrica, autora argentina referente internacional del género y autora de “Cadáver exquisito”, una distopía que rompió y sigue rompiendo récords de venta en todo el mundo. Según ella, “que «El Eternauta» esté generando tantas discusiones y repercusión habla no sólo de la calidad de la serie, de su superproducción y enormes aciertos, sino de la importancia del libro que ya es un clásico argentino y, como todo clásico, trasciende el argumento en sí”. En ese sentido, argumenta: “En el libro hay una épica universal y local que la serie captó maravillosamente bien. A mí me puso muy feliz cuando una amiga que no lee, que se asume “alérgica a los libros” (sus palabras) me preguntó si había leído «El Eternauta». Hablamos durante horas sobre la importancia histórica del libro considerado, además, la primera novela gráfica en español. Hablamos de su autor Oesterheld y de su familia, desaparecidos en la última Dictadura Cívico Militar, sobre la simbología de la nieve y los bichos, sobre las diferencias entre la serie y el libro.

En fin, que me parece que la serie está logrando algo hermoso, y es que el libro se lea, se relea, se difunda.

Hasta el momento se vendieron más de 30.000 libros y se agotó en la Feria de B.A.

Cuando hablamos de lecturas, autores, libros de culto, hablamos de textos, nombres o personajes que quizás circulan en lo masivo pero que no siempre tienen un anclaje real, es decir, no todos lo leyeron. Si lo pensáramos en términos de otro arte, como la plástica, podríamos decir que todo el mundo conoce La Mona Lisa, pero quizás muchos menos se detuvieron a ver la obra. La popularidad de una pantalla pocas veces tiene la misma presencia de popularidad en la literatura. Y en el caso de El Eternauta, además, se presenta una variable  más de análisis por el género en que surgió la historia. La novela gráfica fue tendencia entre los ´50 y los ´70 pero su masividad cayó y la poca circulación lo fue convirtiendo en algo de pocos lectores y por ende, de culto. Es entonces donde nos preguntamos: ¿qué es de culto: El Eternauta en particular o la historieta en general?

“No sé si fue una lectura de culto. Creo que sí hubo un momento, pensando como clásico o lectura popular en los ´50, pero pienso que fue más algo del género de la historieta o novela gráfica que con la obra en general», señala Lynch.

Asimismo, explica: «Qué quiero decir con esto: hay clásicos de la literatura argentina –Quiroga, Mansilla, Borges que se lee mucho menos que hace 40 años- que se mantienen porque el género en el que expresaron sus ideas (cuento, novela, ensayo, crónica), todavía se mantiene vigente. La historieta, a partir del nacimiento de los medios audiovisuales, fue perdiendo un poco de penetración tanto entre los jóvenes como entre los más grandes y entonces se transformó en algo de culto. Hay que pensar que la historieta y la novela gráfica -en particular- no son algo que tenga ventas masivas en Argentina, y en el mundo, menos. Esto se revirtió con el manga y ojalá podamos revertir esa tendencia”, dice Lynch y trae a la memoria la “enorme tradición de novela gráfica” del país que incluso con Carlos Sampayo, Fontanarrosa, o el mismo Liniers, que son “populares pero no súper masivos”.

Pienso en lo que dice Lynch, de aquellos argumentos de la novela gráfica y los cómic que circulaban masivamente en los ´50 y en cómo el mundo cambió desde entonces. Las guerras que pasaron, los vencedores y vencidos. Del sistema capitalista en que nos hemos detenido. Las nuevas tecnologías atravesándolo todo y una gran resistencia que quedó al margen. Quizás ahí entonces radique la potencia del mensaje que está llegando hoy a través de la serie que nos recuerda “lo viejo sirve”.

“El Eternauta” habla de la condición humana, de las reacciones ante una catástrofe, del espíritu que recorre el libro y la serie que es que nadie se salva solo” recalca Bazterrica.

“A diferencia de lo que dicen algunos millonarios que desprecian la empatía como una debilidad, la empatía es la mayor fuerza del ser humano porque somos animales sociales, porque al ayudarnos sobrevivimos. Además creo que, aunque esta historia podría suceder en cualquier parte del mundo y eso es un acierto, tiene un enorme atractivo que suceda en Buenos Aires porque las referencias locales, los chistes, los amigos, el mate la hacen más cercana, así como que los protagonistas sean trabajadores, gente del pueblo que se organiza mejor que los militares”.

El viajero del tiempo, versión 2.0

Editar en 2022 “El Eternauta” tal y como lo podemos disfrutar en la actualidad, con una edición que se agota día tras día en las librerías de todo el país –hasta el momento llevan más de 30.000 vendidas-, fue, según Lynch, un gran desafío y sobre todo, una apuesta que mezclaba orgullo y responsabilidad.

“Decidimos hacer la revisión en principio porque amamos la obra y porque es el sueño de cualquier editor de  un sello como Planeta cómic”, recuerda Lynch luego de tres años y apunta las dificultades que planteó ese anhelo.  

Atravesada por el asesinato de su autor y su familia en la Dictadura de 1976 y también por ediciones que fueron variando con los años, el material original de El Eternauta era difícil de conseguir y allí radicó el principal escollo que recuerda como jefe editor. “En principio trabajamos con los originales que habían recuperado las familias (en el caso de Osterheld encabezado por Martín, el nieto de Héctor y en el caso de Solano López por su hija Marina). Pero parte de ese material, el 75%, nunca apareció, entonces el primer gran desafío era que retocáramos ese 25% de escaneos antiguos para que se parezcan lo más posible a la versión -muchísima mejor- que teníamos del scaneo en alta calidad de los originales. Y por otro lado, era hacer una tapa y una encuadernación que esté a la altura”.

Lynch aclara esto último en varias ocasiones y lo hace porque según él, la accesibilidad al producto, la posibilidad de que esa obra vuelva a circular por las casas de todos los argentinos era una premisa que estaba tan a la altura de respetar los textos y dibujos originales. “Para mí representó un gran desafío hacer un producto atractivo estéticamente desde la materialidad pero que sea económicamente viable para el público. Creo que lo hemos logrado bastante bien”.

¿Qué leer mientras se lee/ve el Eternauta?

Por último, le preguntamos a Bazterrica como lectora qué lecturas podemos sumar para desplegar en la mesa junto con este enorme relato de ciencia ficción anclado fuertemente en lo político. Y respondió: “Después de leer «El Eternauta» leería “Nunca más” y “La llamada” de Leila Guerriero para entender lo que se estaba gestando cuando Oesterheld y Solano López publicaron su libro. Leería, también, otras distopías argentinas como “Frío” de Rafael Pinedo y “El año del desierto” de Pedro Mairal.

Además leería las obras que sabemos que influyeron en la escritura de «El Eternauta»: la novela “Amos de títeres” de Robert A. Heinlein y el cuento “Saturnino Fernández, héroe” del argentino Ignacio Covarrubias. Sumaría las novelas que, porque se publicaron antes, pudieron influenciar a Oesterheld: “Los ladrones de cuerpos” de Jack Finney que se publicó en el 55 y el cuento “The Father-Thing” de Philip K. Dick, publicado en el 54”.

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