Celebramos el Día del Escritor y nos anticipamos al Día del Libro (15 de junio) con una entrevista colectiva que sigue indagando acerca del oficio de la escritura. Charlamos con Eugenia Almeida, Sergio Olguín, Estela Smania y Graciela Bialet y les consultamos desde aquellas primeras lecturas que los convocaron a crear sus propios textos hasta cómo viven en la actualidad su profesión.
En nuestro calendario anual literario babilónico hay varias fechas que se marcan con fuerza. En abril, el Día Internacional del Libro; en agosto, el Día del Lector, y en junio dos que se llevan pocos días de diferencia: la de hoy, 13 de Junio, donde en Argentina celebramos el Día de Escritor, en homenaje al multifacético autor cordobés Leopoldo Lugones, y la del próximo sábado, 15 de Junio, con el Día del Libro Nacional.
Esta última efeméride (Día del Libro) se festeja en realidad desde antes de la primera, ya que recuerda –a partir de un concurso literario de 1908 organizado por el Consejo de Mujeres- la importancia del libro papel, su rol fundamental en la construcción de la cultura de un país, su capacidad para ampliar el conocimiento. En tanto, el Día del Escritor se estableció después, recordando a Lugones, quien fue, entre otras cosas, primer presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE).
Pero no es en él (o sí) donde nos vamos a centrar para esta nota, sino en lo que sigue convocando la palabra, a lo que nos referimos cuando decimos “escritor”, sus connotaciones, la figura que evocamos cada vez que lo nombramos. Y a partir de allí, los lazos que se (re)descubren entre la causa y la consecuencia de la escritura.
¿Qué oficios guarda dentro de sí una persona que se dedica a escribir? ¿Cuándo un escritor es solo eso, cuándo sigue siendo lector? ¿Qué lugar ocupa un escritor dentro de la sociedad? ¿Cuáles son sus compromisos? ¿Se aprende a escribir escribiendo o leyendo? ¿Se puede vivir de la escritura? ¿Y de los libros?
Leopoldo Lugones nació en Córdoba en 1874 y murió (a causa de un suicidio) en 1938. Fue autodidacta, poeta, novelista, ensayista, periodista y trabajó además como político vinculado a la educación de su época. Amado y odiado, criticado y vanagloriado, incluso por las mismas personas, tal el caso de Borges. Fue un hombre con llegada al poder, que se codeó con los nombres más encumbrados de la cultura nacional y de sus comienzos como anarquista y socialistas, pasó luego –en su etapa adulta- a apoyar las ideas militaristas colaborando incuso con el golpe de Uriburu en 1930.
Dijimos que esta nota no hablaríamos sobre Lugones, pero asomando muy poco a su biografía, es preciso quizás preguntarse en esta ocasión qué estereotipos del escritor argentino se mantienen, cuáles están en tensión a décadas de su muerte o fueron absolutamente desterradas con el paso del tiempo.
En pocas palabras, y desde Babilonia, cada año nos volvemos a hacer las mismas preguntas, convocando a diferentes voces para responderlas. Porque nos gusta indagar acerca de qué significa ser escritor/a en nuestra cotidianidad, la presencia de este ¿oficio/profesión/arte? para la sociedad y cuáles son sus desafíos.
Para la ocasión, invitamos a tres autoras: Eugenia Almeida, Estela Smania y Graciela Bialet y un autor, Sergio Olguín, a responder algunas preguntas, que también son disparadores para pensar durante la jornada.

Eugenia Almeida
¿Qué escritor/a –a partir de sus textos directa o indirectamente- te enseñó a escribir?
Creo que todos los escritores que hemos leído, no sé si nos enseñan pero nos marcan la manera, los que te gustan y los que no. Es imposible pensar en la escritura si uno no lee. Creo que también permanecer en algunos textos que a primera impresión no nos gustan también nos permite ver otras cosas, que si siempre nos quedamos en lo que más nos gusta. Entonces diría que todos los que he leído.
¿Qué libros sobre escritura podrías recomendar?
Hay un montón de libros para recomendar sobre la escritura (risas), tantos… Ahora pienso en “La obligación de ser genial”, de Betina González que es un libro que me encantó. Aunque tengo ahí una duda, porque hay libros que son específicamente sobre la escritura o sobre el acto de escribir, pero a veces hay otros libros que no son sobre eso, que son de otra cosa o de ficción: novelas, biografías que terminan funcionando como libros que pueden ayudarnos a caminar ese camino de la escritura. Entonces me parece que a pesar que hay grandes libros sobre la temática, todo está en el ojo de quien lee. Yo estoy justo en la biblioteca, levanto la vista y lo primero que veo son entrevistas de María Esther Gilio: “Emergentes”. Una de las más grandes entrevistadoras en castellano. Leyendo esas entrevistas, seguro que uno aprende y descubre muchísimo sobre la escritura. Así que insisto, todo está en el ojo.
¿Podrías nombrar una bondad y un defecto de ser escritor?
Me es imposible pensar en una bondad y un defecto de ser escritor, porque ser escritor como cualquier otra actividad –ser maestro, político, bailarín- no es una definición sobre personas reales, es una abstracción. No sé en qué se pueden parecer Margarite Durás y Paulo Coehlo o Stephen King y Cervantes, no sé… Los ponemos a todos bajo el mismo rubro de escritor o escritora, pero cada quien tendrá una relación con la profesión que sacará a luz defectos o bondades. Además es muy difícil pensar qué es ventaja y qué desventaja en este hacer. A veces el fallo es acierto en la escritura.
¿A qué desafíos todavía te convoca el oficio de la escritura?
No lo sé, si pienso en la escritura es un campo desconocido, creo que por eso seguimos escribiendo. Ahora si pienso en el oficio de la escritura -y yo diría en el trabajo de la escritura-, creo que el desafío más grande es que se instale de una vez por todas que escribir es un trabajo, que debe ser remunerado, que se debe respetar el trabajo creativo de los otros y el propio, porque cuando hagamos eso van a ver muchas personas que van a poder escribir y nuestras posibles lecturas se van a ampliar enormemente.
En la medida que se siga considerando que hay que hacerlo por amor -aquella frase de que “amor al arte es en realidad trabajo no pago”-, mientras eso se siga sosteniendo vamos a seguir leyendo libros solamente publicados por personas de clase media, media alta, alta, aquellos que en este contexto espantoso tenemos todavía un trabajo y algunas horas libres de ese trabajo para invertirlas en otro trabajo que se cobra muchísimo después, a veces, y siempre muy poco. Creo que ese es el mayor desafío que se entienda que en todas las disciplinas artísticas lo que hacemos es trabajar.

Sergio Olguín
¿Qué escritor/a –a partir de sus textos directa o indirectamente- te enseñó a escribir?
Ricardo Piglia con Respiración artificial. Cuando leí esa novela en la adolescencia sentí que yo quería escribir así, usar la lengua argentina como lo hacía él. Cada libro mío es un intento de acercarme a ese nivel de escritura que tenía Piglia.
¿Qué libros sobre escritura podrías recomendar?
Todos los volúmenes de «Confesiones de escritores» que editó El Ateneo en los años 90 con entrevistas a escritores hechas por la revista The Paris Review. Ahí está todo lo que puede necesitar alguien que quiera escribir.
¿Podrías nombrar una bondad y un defecto de ser escritor?
Bondad: todavía no la descubrí. Defecto: el ego desmesurado, que lleva a pensar que la persona que tenés frente a vos debería leer tu libro.
¿A qué desafíos todavía te convoca el oficio de la escritura?
Todos. No hay que dar nada por sentado, ni aprobado. Cada libro se empieza de cero. Estamos siempre escribiendo un primer libro.
Mini bio: Sergio Olguín nació en 1967 en Lanús, donde aún vive. Su primera novela, “Lanús”, apareció en el 2002 y luego siguieron con igual éxito “Filo” (2003), “El equipo de los sueños” (2004) y “Springfield” (2007). Con “Oscura monótona sangre” ganó el Premio de Novela de Tusquets Editores 2009. “La fragilidad de los cuerpos” es la primera historia protagonizada por la periodista Verónica Rosenthal a la cual le siguieron “Las extranjeras” (2014) y “No hay amores felices” (2016). Fue llevada a la pantalla en 2017. También publicó “1982”, “La mejor enemiga” y “Los hombres son todos iguales”, entre otros. También es guionista, director y editor de diversas revistas culturales.

Estela Smania
¿Qué escritor/a –a partir de sus textos directa o indirectamente- te enseñó a escribir?
-De la poesía, de la generación española del ´27, renovadora, audaz con el lenguaje y humanista (García Lorca, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Pedro Salinas, solo por nombrar unos pocos) devino la verdadera epifanía. Epifanía como momento en el que puede exclamarse: es eso; como el momento en el que hay que estar allí, dice Barthes, cuando brilla, cuando se hace significante, para atraparlo y convertirlo en único. La niña que yo era entonces tuvo así la revelación de que a través de la poesía, del estado poético, del lenguaje poético, era posible, alcanzar una vida plena. Y así surgió el deseo de escribir. Yo leía y deseaba, inmediatamente, imitar a quien leía. Y ese deseo me acompañará, creo, para siempre. Decía Borges “cada escritor crea a sus precursores”. Lo saludable es que después de la lectura de aquellos a quienes admiramos hayamos podido, en progresión ascendente, alzar nuestra propia voz.
¿Qué libros sobre escritura podrías recomendar?
– A medida que recuerdo hago
una pequeña lista que le sirva a los que se inician: “Escribir”, de Marguerite Duras; “El concepto de ficción” y “La narración objeto”, de Juan José Saer; “La preparación de la novela”, de Roland Barthes; “La letra de lo mínimo”, de Tununa Mercado; “Ser escritor” y “Las palabras y los días”, de Abelardo Castillo; “El arco y la lira”, de Octavio Paz; “El oficio de vivir”, de Cesare Pavese; “Sosbre el bloqueo del escritor”, de Victoria Nelson; “Formas breves”, de Ricardo Piglia; “Mientras escribo”, de Stephen King; “El personaje en la novela”, de Jean Philippe Miraux; “Teoría de la novela”, de Manuel García Viñó; “Para ser novelista”, de John Gardner; “El simple arte de escribir”, de Raymond Chandler; “La llegada a la escritura”, de Hèlène Cixous: y la Colección completa de Confesiones de Escritores, Reportajes de Paris Review, y más reportajes, y más cartas, y más… Todo me ha sido muy enriquecedor.
¿Podrías nombrar una bondad y un defecto de ser escritor?
-Creo que solo se puede escribir si primero se es un buen lector, un voraz lector, un apasionado lector. Por lo tanto si es que hemos llegado a la escritura, es que hemos transitado y, seguimos transitando, los caminos de la lectura y ello significa no estar nunca solos, recibir siempre el más poderoso de los consuelos a través de la belleza de un hecho artístico y vivir en un espacio propicio para los sueños. Escribir es para mí un proceso gozoso. Y como Leonor Echegoyen, la protagonista de La Conjetura, mi alter ego, “escribo, me planteo coartadas, supero dificultades y corro riesgos, participo y me distancio, particularizo y totalizo, trato de desentenderme, por ahora, del probable juicio de los otros, descreo de mis buenas intenciones si no se concretan, descreo de las modas y de las etiquetas, busco la verdad en la ficción y la ficción en la verdad..” Soy feliz
El defecto sobre el que se pregunta podría ser “andar siempre con la loca en casa”. Pero más que de defecto yo hablaría de lo que menos me gusta y es la instancia de publicar que significa exposición, desnudez por una parte y búsqueda de Editorial, por otra. Esta búsqueda es, dentro del proceso lo que menos me ha gustado y aún me cuesta superar.
¿A qué desafíos todavía te convoca el oficio de la escritura?
En esta etapa de mi vida me enfrento al desafío de vencer al silencio. La escritura siempre está, por supuesto, frente a cualquier circunstancia, cualquier imagen, pero no nace, se queda como pensamiento al que vuelvo hasta que se pierde. Pocas veces se concreta en escritura.
Y la lectura, se ha acabado para mí, por lo menos en papel, con una pérdida importante de visión que se agudizó con el covid como efecto no deseado. Aún no he superado el duelo y tal vez no lo haga ya.
Mini bio: Estela Smania nació en Paraná (Entre Ríos) en 1942, pero desde joven reside en Córdoba donde se recibió de abogada y notaria. Fundó e integró el CEDILIJ, institución que la tuvo como participante activa durante muchos años. Su obra fue distinguida con premios y reconocimientos locales, nacionales e internacionales. Algunos de sus libros tanto para adultos como niños y jóvenes son: “Pido gancho I y II”, “Ay, Renata”, “La calle es mía”, “Bajo siete llaves”, “La conjetura”, “Clara Hiller” y “La sacramento”.

Graciela Bialet
¿Qué escritor/a –a partir de sus textos directa o indirectamente- te enseñó a escribir?
– Creo que mi gran influencia siempre fue todo el boom latinoamericano, sobre todo Gabriel G. Márquez. En mi adolescencia todo eso fue un antes y un después. Y luego, algo que había empezado en mi niñez pero creció con mi vida profesional, sin dudas la enorme María Elena Walsh y Graciela Cabal.
¿Qué libros sobre escritura podrías recomendar?
-Estos son, para mí, los dos libros imprescindibles para saber escribir: “Teoría y técnica del cuento”, de Enrique Anderson Imbert y “Un cuarto propio”, de Virginia Woolf.
¿Podrías nombrar una bondad y un defecto de ser escritor?
-Una bondad indiscutible para mí, que escribo para infancias y adolescencias, es cuando tengo contacto con mis lectores. Las infancias son tan renovadoras, generosas, enérgicas que a mí me encantan. Esa es la bondad de ser escritora, recibir esas devoluciones. Y lo feo, es el mundo editorial, es muy complejo es demasiado complicado… No sólo editar, porque cuando se llega a cierto punto podés editar, pero el mundo de las editoriales es escabroso, y sobre todo para niños suele ser muy “ñoño” muy: “esto sí, eso no, esto lo van a comprar los padres, esto no lo van a querer los docentes”. A veces no miran lo literario, sino un concepto del deber ser de quien media en el libro en las infancias.
¿A qué desafíos todavía te convoca el oficio de la escritura?
-Siempre espero escribir una historia que me sorprenda. Cuando estás escribiendo siempre estás en esa burbuja feliz, placentera, donde podés controlar y manejar todo a tu gusto aunque los personajes cobren vida propia y me encantararía, por ejemplo, escribir ciencia ficción, pero nunca lo logro (risas).
Mini bio: Graciela Bialet es escritora, comunicadora y docente. También desde años se especializa en la Promoción de la Lectura y la literatura infantil. Como escritora ha abordado géneros de la Literatura Infantil, la novela, el ensayo y textos pedagógicos para niños y para docentes a través de la elaboración de diseños y desarrollos curriculares de Literatura para Nivel Inicial y terciarios, a nivel provincial y nacional. Posee decenas de cuentos y novelas publicados, entre ellos: «Pasito a paso, 1, 2 y 3», «El libro de las respuestas sabihondas», «De boca en boca», «Los sapos de la memoria», «San Farrancho y otros cuentos», «El jamón del sánguche», “Si tu signo no es cáncer”,”Cuando los grillos grillan” o “El que nada no se ahoga”.