En esta sección habitualmente nos dedicamos a la narrativa, la poesía y el ensayo, sin embargo hoy buceamos en el mundo de la dramaturgia y nada mejor que rescatar esta maravillosa creación de Griselda Gambaro.
Programa del estreno de «La malasangre», en 1982.
“¡Yo me callo, pero el silencio grita!”, esas palabras del personaje de Dolores en la obra de teatro “La malasangre” de Griselda Gambaro resumen el espíritu de esta impecable pieza teatral. Aquí tanto lo que se dice como lo que se calla juega un lugar clave en el armado de un rompecabezas en el que cada elemento cumple una función dramática contundente.
Hay un contexto sugerido (período de Rosas, aunque podría ser llevado a cualquier modelo político de corte dictatorial); un totalitarismo político y social que se cuela indefectiblemente en el hogar de una familia de clase alta; y vínculos signados por una cadena de violencia en la que víctimas y victimarios van cambiando de roles permanentemente.
El silencio –elemento siempre poderoso en las obras teatrales- se va llenando de contenido. Porque, ¡cuánto dice la no palabra de esa madre siempre solícita, siempre considerándose menos y merecedora del maltrato, siempre leal a su propio verdugo! Ella tal vez sin querer, o quizá queriéndolo, es quien desencadena la tragedia. ¡Cuánto dicen los juegos perversos y humillantes que el padre impone a Rafael y a sus secuaces! ¡Cuánto dicen los gestos obsecuentes de Fermín! Y ¡Cuánto más aún dice ese “te amo” de Dolores que despierta primero risas, luego indignación y por último una pasión dormida en Rafael!
El maestro, Rafael, es contratado solo por una razón: su jorobado. De esa manera, el padre garantiza que ese muchacho no despertará el más mínimo interés en Dolores, su hija. Pero los ojos de ella están ávidos de descubrimientos y libertad, y Rafael es quien simboliza todo eso. Él es quizá, con su inteligencia e integridad, quien puede marcar la diferencia en ese entorno servil, mentiroso y déspota que lo rodea.
Gambaro construye una gran historia, basada en diálogos poéticos, simbólicos y metafóricos. Estrenada por primera vez el 17 de agosto de 1982, “La malasangre” ha tenido desde entonces muchísimas versiones y puestas en escena que la consolidan como un verdadero clásico de la literatura argentina. Además de verla sobre el escenario, vale la pena leer esa pieza teatral.