La primera pregunta que uno se hace cuando lee la contratapa del último libro de Alicia Barberis es cómo hará la autora para hacer de nuestra lectura algo placentero.
¿Podrá hacerlo en realidad? ¿Habrá sido ese su objetivo al escribirlo? ¿O a acaso nos invita a ser parte de una historia donde la tensión jamás se disuelve, enfrentándonos cara a cara a esos infiernos que muchas veces no queremos ver?
Los apenas cuatro párrafos adelantan que en breve comenzaremos a leer la historia de una mujer de ficción, pero parecida a muchas, ligada sí a un hecho real, ocurrido en la provincia de Santa Fe. Hecho que vino a sumar un número más en nuestro país, a las estadísticas de violencia de género y tragedias familiares, al conocerse la noticia de que Nélida Torres había matado a su marido, y lo había enterrado en el jardín de su casa.
¿Puede entonces un texto lleno de oscuridades, convertirse en algo más que eso?
Pues sí. El arte tiene la capacidad de (re)convertir el infierno.
Y la primera herramienta que toma Barberis para hacer este interesante trabajo es sumar a las voces de la protagonista -en este caso la “Negra” Torres-, otras muchas más, que harán del libro un relato coral. Entonces no sólo la que habla es ella como mujer, como madre, amiga, hija o vecina, sino también otros y otras, aquellos quienes lograban ver eso que le estaba ocurriendo a ella sin poder (querer) hacer nada.
El carnicero, Rosa Bustos, -su confidente-, una de las carceleras del penal, y sobre todo su hija, Lali, se mezclan en la estructura central de la novela, logrando llenarla de interesantes claroscuros. Como un caleidoscopio, a medida que vamos girando en la historia, nuevas tonalidades van surgiendo, completando aquellos espacios de luz y oscuridad que plantea la vida de la «Negra» Torres.
A partir de estas voces del pasado, pero sobre todo del futuro, es que se marcan los párrafos quizás más esperanzadores. Porque es verdad que ella -la protagonista-, ya no puede negar lo ocurrido, nadie le puede devolver los años lejos de sus hijos, ni modificar el mote de “asesina” para la historia de su pueblo. Pero sí, puede ser probable que sus generaciones, logren descifrar que nada bueno llega con la violencia.
Por otro lado, y en otro acierto de la escritora, la narración se cuenta en retrospectiva, como un testimonio que se le da a un tercero, queriendo encontrar detalles que quedaron guardados en la memoria y no nos permiten llegar al nudo de la cuestión. Entonces es “la Negra” la que intenta descifrar el cómo fue que acabó cometiendo un crimen, dejando a la deriva a sus dos niños, lidiando con la locura y pasando su vida en un penal.
Y en esa mirada hacia atrás es que se vislumbra lo mejor del relato. El por qué.
La historia detrás de la historia de una mujer, como la de tantas otras, que arrastra un pasado de soledad, una vida de amarguras, un abandono infantil, es la que nos pega más duro y nos hace entender que el infierno ya no será la cárcel, porque el infierno es eso que vive desde que puede recordarlo.
La Negra Torres asesinó a su marido y lo enterró en su casa, eso ya lo sabemos, lo podemos leer en todas y cada una de las noticias que registraron el suceso. Lo que no sabemos es el padecimiento que tuvo que vivir ella, Nélida, para hacer lo que hizo.
“Seguramente busco dar mi mirada sobre determinadas temáticas, hacer también un poco de justicia literaria, despertar empatía o generar consciencia sobre algunos hechos”, dijo Barberis en entrevista con este sitio, y es eso lo que logra: “Justicia literaria”, no declarando inocente o culpable, sino descubriendo qué hay detrás de esas dos condiciones.