Hay libros que apenas terminados, sus historias nos siguen dando vuelta en la cabeza y seguimos tratando de entender todo aquello que fuimos enlazando entre personajes, escenas y diálogos. Otros, donde es tan predominante el marco histórico-geográfico-político en el cual se inscribe el relato, que nos invita a seguir conociendo un poco más sobre aquello que quizás desconocíamos. Y otros, como éste, que nos genera una inmensa curiosidad sobre su autor.
Es, por lo menos, lo que me pasó cuando promediaba la lectura de “Lo que te diré cuando te vuelva a ver”. ¿Quién es Albert Espinosa?, me pregunté. ¿Quién es este hombre que siente la inmensa necesidad de relatar historias colmadas de pesares, sufrimientos y desgracias buscando al final del camino un destino de redención? Y vale decir que, una vez finalizado el libro, fue recién ahí cuando me inmiscuí en su vida y todo cobró otro sentido.
Autor que parece estar tocado por la varita mágica, Espinosa es también actor y guionista, y actualmente uno de los escritores de habla hispana best sellers de todo el mundo. En tiempos donde la gente vive apresuradamente sin detenerse en lo importante y donde la miseria, el caos y la enfermedad siempre son la respuesta al por qué de la muerte, Espinosa se esfuerza en regalar historias donde lo único que importa, al fin y al cabo, es descubrir el sentido de la felicidad. Como lo hizo él, quien fue diagnosticado a los 14 años con un cáncer y entendió que vivir es mucho más que respirar.
Después de obras de teatro, películas, series de TV (su serie “Pulseras rojas” sigue sumando versiones en el mundo y fueron adquiridos sus derechos por Steven Spielberg) libros de autoayuda y cuatro novelas, el catalán Albert Espinosa volvió al ruedo este año con “Lo que te diré cuando te vuelva a ver”, donde retoma el leitmotiv de su escritura: la experiencia de vivir a pesar de todo.
Quien narra esta vez es un joven, alguien cualquiera que está varado en un momento de su vida sin saber qué hacer, una persona sin más –con bondades y defectos- que antes de ser un joven cualquiera sin más, se siente hijo. Pues el vínculo con su padre es el que lo ha puesto en una encrucijada en su vida y debe tomar una decisión. A partir del presente, él comienza a contarnos (sí, desde principio a fin el narrador nos interpela directamente como lectores) cómo llegó donde llegó y por qué debe barajar y dar de nuevo. Durante mucho tiempo estuvo perdido, sin embargo se sentía seguro de sus decisiones, conforme con la relación distante y hostil con su padre, y ahora, cuando más a la deriva se siente, todo ese enojo, angustia y reproche, parecen haber desaparecido.
Todo el tiempo que une lee a Espinosa siente que el autor quiere darnos una lección. Que eso que escribe no lo escribe por puro arte o amor a las palabras, sino con la convicción de quienes han pasado por una situación similar. Espinosa escribe desde el dolor, pero elige hacerlo de manera luminosa, pues siente que ese es el mensaje que debe dejar en la vida. No esperen simbolismos, ni poesía, ni retórica, la narrativa de Espinosa es directa, franca, sencilla. Su misión no es la belleza del mensaje, sino el mensaje en sí.
En esta novela un hijo relata todo lo que debió vivir para descubrir realmente quién era su padre, y por ende, quién era él. En ese camino, entenderá que hay cosas que pueden resolverse, otras por las que no vale la pena arriesgarse y otras con las que no podemos hacer nada. En términos de psicología gestáltica, Espinosa nos invita a un “darnos cuenta” permanente para que entendamos que la vida es “aquí y ahora” y no vale la pena el sufrimiento, y que en todo caso, si nos toca sufrir, también podemos encontrar un gran rédito en esa realidad.