Comentario de “A pedir de boca”, de José Manuel Fajardo

 

Combinar las letras y los sabores es algo que muy pocos se han animado hacer.

Hablar de comida es una cosa, explicarla, comentarla, contar sus orígenes y costumbres, es otra. Pero lograr que recuerdos culinarios que quedaron escondidos en nuestra memoria sean el hilo conductor de una historia, es tarea que sólo emprenden quienes tienen un vínculo estrecho con ese arte. Personas que, sin duda, disfrutan de lo que significa –para muchos-, el casi inconsciente acto de alimentarse.  

Por eso “A pedir de boca” no es una lectura más, es una invitación a despertar los sentidos a través de las palabras, es un paseo gastronómico por pueblos, cocinas familiares, espacios públicos y hechos históricos en particular, que logran crear un todo que luego se disfruta, como se contempla un paisaje.

 

Omar es un chef español que reside hace tiempo en París, en el restaurante L´Arc-en-ciel, más precisamente, y hace una sopa andulza exquisita. Pero antes fue ayudante de cocina en una plataforma petrolera en las costas del Pacífico, donde un personaje de lo más paricular le enseñó a hacer un suave y cremoso tiramisú, y más allá en el tiempo también fue visitante y amante furtivo en Guadalajara (México), donde su prima le explicó lo que era un picante guacamole. Y siguiendo en esa línea cronológica, Omar también fue marinero  sin norte rodeado de pescados y sus aromas, y antes que nada, hijo de padre comunista en tiempos revueltos, en Gijón, con una madre que hacía el mejor Pollo a la cerveza.  Así es él, así somos todos en realidad, con nostalgias de sabores a cuestas, que van marcando el largo camino de los placeres mundanos.

 

Con una creatividad alucinante, el español José Manuel Fajardo logra unir sin ruidos y con total naturalidad, una historia de vida que se vale de aquellos pequeños recuerdos que marcan nuestra vida, y se esconden en la comida. En retrospectiva, el personaje principal habla en primera persona y va desandando el camino que lo llevó a su actualidad, narrando a través de olores, texturas y temperaturas los momentos más importantes de su vida.

Hijo de un militante comunista perseguido durante la Guerra Civil Española, Omar intenta –sigue intentando en realidad-, dejar atrás malos recuerdos y un pasado oscuro, enamorando a Marina (de quién más puede enamorarse un hombre de mar), una joven y bella rumana que trabaja de bailarina en L´Arc-en-ciel, de pesados recuerdos, que vive en Francia como podría vivir en cualquier parte del mundo, ya que sólo necesita un lugar en paz para huir de las muertes de su familia durante la dictadura de Ceaucescu.

 

Cada vuelta al pasado está impregnada de los sabores que nuestra memoria guardó. Cada episodio de la vida de Omar, nos cuenta que detrás de los pequeños datos de lugares, personas y situaciones, se esconde algo que seguramente está registrado en nuestro paladar.  Por eso las ostras le hacen acordar a su padre, la sidra a su niñez, el tequila a sus penas de amor y las naranjas de a gajo, al placer en su mayor esplendor.

Esta historia habla de secretos jamás develados, y de muertes injustificadas. Habla del  sexo como una liberación, y del amor cuando todo lo abarca y se teme que no sea correspondido.

Esta novela es una entrega por platos de desilusiones juveniles, de búsquedas de identidad, y fracasos rotundos que no hacen más que darnos una nueva oportunidad para ponernos en eje.

 

Reconocido por sus pares, Fajardo no es para nada un novato en el arte de escribir, aunque no llega mucho de él a estos lares. De él se conocen otros libros como “Carta del fin del mundo”, “El converso” y “Una belleza convulsa”, por ejemplo, y de hecho este libro fue escrito en 2005, por lo que es un gran descubrimiento en las librerías argentinas, reeditado por Colihue. Un descubrimiento para los lectores que están siempre a la caza de historias inolvidable.

“A pedir de boca” es un relato que –como dice Almudena Grandes- “celebra la vida”, y por lo tanto nos deja en todo el ser un sabor tan fresco que nos permite imaginar y saborear aquello más simple de nuestra existencia.

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