babilonia logo

Clásicos en Colectivo. "La Mansa", de F. M. Dostoievski.

 

A medida que voy desandando este camino de lectura colectivera con clásicos de las letras modernas, comienzo a percatarme del por qué algunos autores y sus textos se convirtieron en referencia obligada a nivel universal para quien guste de una buena historia. Es que todos, o casi todos los escritores elegidos, tienen la capacidad de sumergirnos en un universo complejo, acabado y real, que nos impedirá salirnos de esa abstracción temporal de nuestra corta o larga lectura. Y si Lorca nos sumergió en su universo matriarcal, o Wilde y Dickens en el mundo del suspenso, Dotoievski llega entonces para incluirnos en un hábitat dramático, trágico, hostil y miserable en la Europa del siglo XIX.

Figura central de la literatura rusa durante la segunda mitad de 1800, este escritor sí que ha sabido con sus relatos llevarnos a una atmósfera de angustia y dolor. Reconocido por novelas como “Crimen y castigo” o “Los hermanos Karamázov”, traigo para la ocasión un relato corto, “La mansa”, que por su estructura de cuento y por ser mucho más breve que las citadas historias, no deja de ser una síntesis acabada de la narrativa propuesta por el autor.

Interesado en comprender lo que pasaba por la mente y el corazón de sus contemporáneos, de los anónimos de su época, Dostoievski nos regala en cada párrafo una pieza que se irá completando hasta finalizar la historia de un rompecabezas general, para que podemos de a poco ir desde lo micro a lo macro.

Como quien observa una pintura del puntillismo, el autor pone sobre la mesa y de a poco sus percepciones de hombres y mujeres, situaciones y cosas, pero será con el correr de las páginas, que recién podamos ubicarnos a la distancia de eso que nos cuenta, para poder percibir la historia de manera más acabada.

Las descripciones de los estados de conciencia, inconsciencia, de vigilia y ensoñación de cada personaje son tales, que nos será casi imposible abstraernos de lo que están viviendo ellos en el relato, incluso cuando el dolor sea tal que busquemos con urgencia el punto final.

Narrado en primera persona, “La Mansa” pone en escena el desgarrador relato de un hombre solitario, prestamista él, que en una sociedad signada por la brecha que separa a los ricos de los pobres, de los dignos con los indignos, de los buenos y de los malos, se “enamora”, por así decirlo, de una joven, casi niña, que vive en la pobreza. Casi huérfana ella, casi empresario él, se decide “salvarla” de ese infierno de soledad, miseria y desencanto que vive junto a sus tías, para llevarla con él, y hacerla su mujer.

El plan está en marcha, y el arreglo con su familia también, ya que pagó un buen dinero para concretarlo. ¿Qué puede salir mal cuando la joven es  bella, de pocas palabras y abandonada a su cruel destino de mujer sometida? ¿Quién podría siquiera  pensar que ella guarda en sí sueños libertarios para su vida, o mejor aún, para su muerte? ¿Cómo algo tan puro podría convertirse en otra cosa?

De principio a fin, él no podrá entender lo que pasó desde que la conoció hasta que ella hizo lo que hizo. De principio a fin, el personajes –de la mano de su autor- nos llevará por un sendero donde el dolor será el protagonista, y al mismo tiempo la herramienta para entender una sociedad y un mundo que se mostraba manso por resignación, pero engendraba deseos de revolución y venganza.

Sin dudas, “La mansa” fue uno de los relatos que más viajes en colectivo me llevó de lectura, y el que más esquivé durante días, porque su atmósfera de miseria humana era tal, que prefería caer en los encantos de la música por descarga on line. Sin embargo, la magia narrativa de Dostoievski era tal, que algo me impedía soltar el libro del todo. No podía dejar así como así la historia, porque era la historia, aunque yo no quisiera, la que me había atrapado.  El autor, con su impronta de clásico, ya había hecho de las suyas, y yo como lectora, no hice más que cumplir con mi función.

Read Previous

Noticias Literarias

Read Next

Entrevista semanal a Silvina Ruffo