Clásicos en Colectivo. Comentario breve de "El Muro", de Jean Paul Sartre

 

Acomodado prolijamente en uno de los estantes de mi biblioteca, se presentaba él, y su perfecta ubicación en el anaquel no hacía más que esconderlo del resto de los tomos con los que compartía la hilera. Una edición vieja de principios de la década del ´70, y comprada quizás un poco más acá en el tiempo –en algún saldo de feria, seguramente-, a un módico precio de $7,50, “El muro” se aburría como otros tantos títulos en mi casa, sin que yo me diera cuenta.

Hasta que un buen día su lomo algo ajeado me llamó la atención, y en cuanto lo vi, sentí la curiosidad de leerlo.

No hablaré aquí de corrientes filosóficas, ni de pensamientos intelectuales que cruzaron el eje político, social y cultural del siglo XX, porque sin dudas que no hace falta entender de todo esto, ni de la importancia de la figura del escritor francés Jean Paul Sartre para conmoverse con esta historia.

“El muro” es un cuento y a la vez el nombre de una antología, que reúne –como en el caso de mi edición-, títulos como “La cámara”, “Eróstrato”, “Intimidad” y “La infancia de un jefe”, y conocer sobre la postura filosófica de su autor, los interrogantes que ha tratado de responder a lo largo de su vida y las coyunturas que debió sortear como escritor sin dudas que enriquece nuestra lectura, pero no tiene nada que ver con la sensación que nos dejará al terminarlo.

Un ambiente desolador integrado por figuras opresoras, sin ubicación precisa ni futuro certero es el escenario de “El muro”, una historia que centra la atención en la existencia de un hombre tomado prisionero, quien se cuestiona de principio a fin de qué sirve estar en esas circunstancias.

Privado de todo, y acompañado por personas que desandarán el mismo final que él, siente que la conclusión de sus días no tardará en llegar, y está dispuesto a cerrar su paso por este mundo reflexionando acerca de las contingencias que lo llevaron ahí.

“Me preguntaba si se sufriría mucho, pensaba en las balas, imaginaba su ardiente granizo a través de mi cuerpo”, escribe Sartre, y en cada párrafo, en cada frase, en cada palabra, el autor hace uso de la literatura para tratar de entender si sirve de algo estar vivo. Estar vivo ahí en ese calabozo, en la voz de un personaje ficticio, pero también en todos y cada uno de las situaciones que nos presenta el destino.

“Tuve en ese momento la impresión de que tenía toda mi vida ante mí y pensé: Es una maldita mentira. Nada valía puesto que terminaba. Mi vida estaba ante mí terminada, cerrada como un saco y, sin embargo, todo lo que había en ella estaba inconcluso”.

Así habla Sartre allá por 1939, y sus palabras siguen sin poder responderse. ¿Qué es lo que realmente vale cuando todo está a punto de terminar? ¿De qué vale entonces nuestra existencia? El hombre que está apresado y dispuesto a morir se pregunta durante toda la noche previa a la sentencia su propia vida y la de los demás.  

¿Será entonces que si la vida no vale, valga entonces la pena la muerte?

Es entonces cuando la historia de Sartre se vuelve más interesante, porque aquello que sólo ese prisionero sabe, puede salvarlo o enterrarlo.

“Dónde está Ramón Gris?”, le preguntan, y él deberá elegir si responder o no. El es ahora quien parece tener la clave para darle sentido a su existencia, esa existencia que parecía no tener importancia en un principio, pero que ahora se vuelve fundamental. O quizás no, y ocultar la información le da justamente valor a la muerte, con todo lo que ella se lleva.

“El muro” es sin dudas una historia que no podrá olvidarse con facilidad, porque son aquellas tramas que siguen dando vueltas en nuestra vida, haciéndonos reflexionar sobre nuestro pequeño paso por el mundo.

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