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Agustina Bazterrica: "El nuestro también es un sistema salvaje"

La autora de “Cadáver exquisito” – ganadora del Premio Clarín Novela 2017- habla de esta historia basada en una sociedad caníbal en la que se naturalizan las prácticas más tremendas y deshumanizantes.

Agustina Bazterrica construye una trama inquietante de la mano de una sólida estructura narrativa.

 

 

 

 

 

“Enseñar a matar es peor que matar” piensa Marcos Tejo, el protagonista de “Cadáver exquisito”, en las primeras páginas de la novela. En ese momento se nos devela parte de su esencia: un hombre golpeado, un hombre que no termina de adaptarse a ese nuevo régimen. Un hombre que, en lo más hondo de su ser, aún se resiste a esa sociedad en el que hay dos clases bien marcadas: los que comen y los que son comidos.

 

Dicho así, “Cadáver exquisito” de Agustina Bazterrica -obra ganadora del Premio Clarín Novela – parece ser solo una distopía sobre canibalismo. Pero es más que eso: es una historia que ahonda sobre la voracidad humana, sobre ciertas prácticas crueles que se naturalizan, sobre sistemas despiadados que dividen al mundo en dos: habitantes de primera y habitantes de segunda. Incluso esos habitantes de segunda ni siquiera son llamados humanos o personas. Se los designa con otras palabras: reses, lotes, machos, hembras, crías… “Hay palabras que son convenientes, higiénicas. Legales”, reflexiona Marcos Tejo. Entonces lo conveniente, higiénico y legal es solo un artilugio para instalar la crueldad, el horror y el totalitarismo.

 

La distopía es el género narrativo que utiliza Bazterrica para dar vida a una historia bestial e inquietante. Es un tratado sobre el límite de la condición humana, sobre aquello que alguna vez Hobbes definió como “el hombre lobo del hombre”.

 

En diálogo con Babilonia Literaria, Bazterrica – también autora de “Antes del encuentro feroz” y “Matar a la niña” y coordinadora del ciclo de lectura «Siga al conejo blanco»- cuenta cómo surgió esta idea de este libro premiado por Clarín y editado por Alfaguara.

 

– ¿Recordás en qué momento surgió esa idea embrionaría que te motivó a  escribir “Cadáver exquisito”?

– Fue bastante claro el momento en el que llegó. Se empezó a gestar gracias a mi hermano, a quien además le dedico la novela. Gonzalo es chef y trabaja con comida orgánica. Es un estudioso de la alimentación, tiene un restorán a puerta cerrada. Es un curioso… Es una de las pocas personas que conozco que cultiva distintas plantas aromáticas y comestibles en hidroponia. Ese universo me fue abriendo a indagar sobre la alimentación, y experimenté cambios que fui incorporando de manera gradual. Finalmente dejé de comer carne y de ahí tuve distintas revelaciones. Empecé a ver la carne como parte de un cadáver.

Un día estaba yendo al taller que dicto y pasé por una carnicería… Me impactó ver esas reses. De alguna manera todos naturalizamos esa muertes y nadie hace nada al respecto. Y entonces pensé: ¿por qué no podría haber carne humana?

 

– Y en eso de naturalizar la novela plantea un recurso interesante que tiene que ver con el uso de las palabras. Hay palabras que no se dicen. Allí nadie habla de manera directa de canibalismo ni de muchas otras cosas. ¿Cómo funciona ese juego narrativo en la construcción de la trama?

-Vivimos en sistemas de creencias, en una gran matrix que está sostenida y validada por las palabras. Se ha legitimado este consumo de carne que en realidad es una industria de dolor. Incluso ni siquiera los médicos se los cuestionan.

Yo no escribí la novela para convertir carnívoros en vegetarianos y me cuidé mucho de que no fuera un texto planfletario. En todo caso lo que quería era trabajar reflexiones propias. Pero de pronto mucha gente, después de leer la novela, se para y dice: «¿tengo ganas de comer esto?». 

“Cadáver exquisito” lleva a reflexionar sobre lo que consumismos realmente pero también sobre lo que consumimos simbólicamente.

 

-De hecho ese mundo que no existe, es una metáfora de lo que sí existe en nuestra sociedad. Al inicio, cuando habla de las primeras acciones caníbales -que no están aún instaladas ni organizadas por el gobierno- los primeros que desaparecen son los inmigrantes y los pobres. Son los primeros a los que se comen.

– Claro, y además no es cualquier inmigrante. Se comen a los inmigrantes bolivianos…Si fuera un alemán sería diferente.

 

– De hecho con el alemán  hacen son negocios.  

-Lo que la novela plantea es que todos somos hijos del capitalismo. Todos estamos atravesados por este sistema.

En “Cadáver exquisito” hay personas que se sobreadaptan -como es el caso de la hermana de Marcos Tejo- y otras que no.

Y el nuestro es también un sistema salvaje, perverso, donde para sostener la pirámide de la riqueza tiene que haber gente oprimida y vulnerada.

Aquí los individuos más vulnerables son a los primeros que se los comen.

 

-La novela crea un sistema opresivo, agobiante. Y para lograr eso los sentidos cumplen un rol clave. Las imágenes, los aromas, las textura.. ¿Cómo fue trabajar con todos esos componentes?

-Yo soy una persona muy intuitiva, muy corporal. Hubo una palabra a la que pensé durante una semana entera. El lenguaje era fundamental en este relato. Tenía que ser un lenguaje seco pero también muy visual, muy cinematográfico. Yo veía las imágenes, cosa que habitualmente no me suele pasar. Con esta historia, que es muy visceral, eso me ocurrió todo el tiempo.

Estuve escribiéndola un año y medio. Y el proceso de investigación fue largo también.

Intenté ser muy precisa en el lenguaje y la narración.

 

-Por momentos el relato incomoda al lector. Mientras escribías, ¿vos sentías eso también?

-Mientras escribía no. Sí, cuando investigué. Cuando empecé a leer y ver los institucionales de los frigoríficos, todo el trabajo con las vísceras y demás, me costó mucho.

También leí otras cosas, material sobre China donde se comen a los perros… Eso también fue muy duro.

Pero al momento de escribir no sentí esa incomodidad, sobre todo porque yo cuando escribo tomo cierta distancia. Si estás muy involucrado con la historia es complicado.

 

-Ganaste el Premio Clarín Novela 2017, te editó Alfaguara…. ¿Te cambió en algo eso?     

-En esencia no me cambió nada. Incluso no es el primer premio que gano, también gané otros  que no tienen la visibilidad del Clarín.

Sí me cambió en cuanto a mi carrera como escritora. Pasé de una carrera con cero visibilidad a todo esto. Ubican tu nombre en otro espacio, te publican en una editorial grande, con otros recursos, te invitan a ferias, te hacen entrevistas… Pero lo más importante es que la obra llega a un montón de gente.  

 

-Sos además de  autora que promueve a otros autores. Tu taller de “Siga al conejo blanco” tiene que ver un poco con eso.

-Sí allí invitamos a escritores, compartimos lecturas…

Yo creo que uno, como escritor, no se construye solo. Primero están los grandes maestros clásicos, y después están los contemporeáneos -algunos de mi edad y otros más chicos- que tienen textos muy buenos y que a veces incluso no se conocen o no son editados por grandes editoriales… Nosotros invitamos a muchos de esos autores a nuestro taller.

 

 

 

 

 

 

Sobre “Cadáver exquisito”

 

«El Premio Clarín 2017 fue otorgado a esta novela mayor, una sólida y escalofriante pesadilla futurista en la que el canibalismo es legitimado en gran parte del mundo a causa de un virus que afecta a los animales y resulta mortal para los seres humanos. ¿Qué resto de humanismo puede caber cuando los cuerpos de los muertos son cremados para evitar su consumo? ¿En qué lugar queda el vínculo con el otro si, de verdad, somos lo que comemos? En esta despiadada distopía -tan brutal como sutil, tan alegórica como realista-, Agustina Bazterrica inspira, con el poder explosivo de la ficción, sensaciones y debates de suma actualidad”, dice la sinopsis de esta novela que moviliza, que cuestiona.

 

 

Una novela que no dejará al lector indiferente. 

 

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