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10 preguntas "Babilónicas" para Graciela Bialet

Autora de libros como “Los sapos de la memoria”, “Si tu signo no es cáncer”, “El jamón del sánguche” y “Nunca es tarde”, entre otros, Graciela Bialet es sin dudas una de las grandes referentes de la literatura infanto-juvenil así como una incansable promotora de la lectura.

Hoy es nuestra invitada en la sección “10 preguntas Babilónicas”.

 

 

 

 

– ¿Cuándo apareció la vocación de escritor?

 

– A los nueve años, una maestra llamó a mi mamá para alertarla acerca de mi “estado mental y emocional” y le mostró una “composición” (como le llamaban entonces al ejercicio de narrar y escribir sobre algún tema), porque yo había escrito sobre un borracho que había hecho un pacto con el diablo (y con el diablo no se pacta nada bueno, claro) y entre las muchas cosas que hace para zafar del mal trato, muy borracho, termina golpeando a su madre y matando a su hermana… Lo que ninguna sabía es que que mi abuelo Issa, palestino, me contaba cada sábado las historia de Las mil y una noches. 

Mi vocación comenzó como lectora. Leía con los ojos, con los oídos, con la vista. Leía. La vida me pasaba por la cabeza, por la ficción. En mi adolescencia descubrí a García Márquez y el boom latinoamericano y fueron mi redención en los oscuros años de la dictadura. 

Creo que el paso de lectora a escritora se dio como contrapartida; me encanta y me cierra a la perfección la respuesta de Juan Rulfo cuando le preguntaron por qué escribió la novela Pedro Páramo y dijo que como no la halló en la biblioteca para leerla, la escribió.

 

– ¿Hubo algún libro que te marcó como lector y/o escritor?

 

– Una historia de libros me marcaron. Libros buenos y libros puentes, como me gusta nombrarlos. Mi abuelo sin dudas fue un gran incitador, él me llevaba  frente a su biblioteca y mientras me prestaba un libro como quien presta lo más preciado, se ocupaba insidiosamente de mostrarme cuáles eran los libros que yo NO debía leer, bajo ningún pretexto, porque era pequeña, porque relataban escenas que yo no comprendería aún, porque eran para mayores… “Para mayores”, pensaba yo mordida por la serpiente. Me daba un “Lo sé todo” que yo devoraba esperando que se fuera a dormir, y esos malvados libros que continuaban ahí en el estante, en lo alto, cual manzanas, me llamaban. Así leí novelas como “Un bolsillo lleno de vodka”, de Archibald Joseph Cronin y “Por quien doblan las campanas”, de Ernest Hemingway, delinquiendo, robándole libros a mi abuelo.

¡Ése sí que era un buen promotor de lecturas!

Pero la semana transcurría en Córdoba, entre libros escolares y religiosos. Por suerte, la querida y analfabeta María que me cuidaba, escuchaba todas las siestas el radioteatro del actor cordobés Jaime Kloner. A escondidas de mamá y prendidas a la radio moríamos de miedo y de pasión con las desventuras de “El negro Faustino”, o los desamores de “Pablo Garmendia está solo”. Así inicié mi vínculo amoroso y descontrolado con la novela, esa forma literaria hecha con historias poderosas, que capítulo a capítulo me iba enroscando la víbora, nuevamente… Pedazos de historias repletos de borrachos, muertos, locos, bribones, chicos hambreados, prostitutas… gente de veras viva, más allá de mi acartonado mundo de niña burguesa.  Tal vez por eso, cuando mis amigas lloraban amores livianitos junto a la tele viendo  “El amor tiene cara de mujer”, yo no las entendía. Corín Tellado tenía su encanto, ¡la pucha que sí lo tenía!, pero también su techo. Guy des Cars con “La Impura”, o “El Solitario” -que yo conseguía en los compraventa de libros usados-, me mostraban mundos tan lejanos al mío que me hacían tiritar, pero a la larga, después de varios títulos al tipo, me parecían todos cortados con las mismas tijeras… empezaba a descubrir que las buenas historias eran sólo una parte de lo que me gustaba de la novela.

Luego por suerte en 3º año la escuela puso en mi camino a la profe de Literatura que todo joven debiera tener: la vieja Fontaine de Souto (como le decíamos… y habrá tenido ¿38 años?…). Ella me llevó derechito a la biblioteca de la literatura de García Márquez, de Cortázar, de Fuentes, al Quijote y al Facundo, también. Por fin descubría que una buena novela era la conjunción de una historia con garras, contada con el plus de una escritura contundente. Una sólida trama bien tejida. Me di cuenta que me gustaban aquellas que estaban escritas con las tripas y tinta firme.

 

– De tus creaciones literarias, ¿hay algún libro por el que tenés un afecto especial?

 

– La primera novela que escribí “Los sapos de la memoria”, marcó un antes y un después en mi vida de escritora, no solo por la cantidad de lectores que la hicieron suya, sino porque me permitió alejarme de los prejuicios literarios de las academias y crítica. Confieso que me resistía a escribirla y esa historia me escribió a mí. Una novela para jóvenes que va por su vigésima reimpresión y está editada también en México. 

La literatura infantil y juvenil está acartonada de pacaterías. (Y te diría que en temas políticos, la literatura «para adultos” también…) En los años 80/90, cuando escribí esta novela, era impensable una historia para pibes que tomara el tema de los desparecidos en nuestro país, o temas políticos sociales de derechos humanos, eso era cosa de ‘zurditos’, ¡y ni hablar de las malas palabras! El francés Marc Soriano al referirse a los tabúes y clima de encasillamientos que se generan a la hora de tratar temas sociales conflictivos  a contrapelo de la cultura oficial – y ya se sabe que «si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia”, ¡gracias Litto!- dice que  «las obras que se ocupan de estos problemas se consideran comprometidas, las que los ignoran son artísticas.» Y yo, que quieren que les diga, me gustan las dos opciones, pero por nada del mundo quiero dejar de ser «artística»… 

Recuerdo que a los pocos días de circulación de la novela -que demoró mucho en ser publicada, nadie quería editar este tema, y recién en 1997 gracias a Opoolop de Jorge Fellipa salió- un colega que se creía bien intencionado me susurró al oído un «¿sos conciente de que a partir de ahora sos candidata a las listas negras?» a lo cual respondí, con cara de H. Bogart en Casablanca: «¿eso es una amenaza o una advertencia?», pero confieso que se me erizó la espalda. Lo cierto es que provocar a los adolescentes y jóvenes con literatura “comprometida” me da mucho respeto, porque una no puede evitar recordar los espantosos años de la censura y la represión (aún a 30 y pico de años del horror), y tengo que hacer un verdadero esfuerzo para mirar más atrás, cuando una era una pelilarga más de todos aquellos que creíamos que era posible cambiar el mundo… y poner nuevo rumbo a la alegría popular… y cantábamos que podíamos salvarnos todos sin tirar a nadie de la balsa… y que el horizonte era una utopía posible… y que caminando todos juntos cambiaríamos el rumbo de la historia… y estábamos dispuestos a crucificarnos por la patria liberada… y no nos quedamos inmóviles al lado del camino porque teníamos todo para ganar y nada por perder. Y recordar que no fue así, nos pasaron por encima. Pero la literatura siempre me redime, y  “Los sapos de la memoria” vinieron a croarme que vivir y sobrevivir es siempre una responsabilidad, y como escribió Gabriel García Márquez en «El otoño del patriarca» (1975) no había que ser “pendejos que la patria era estar vivos”.

Otro libro entrañable a mis afectos es “Un tal Bialet” (Colección Cordobeses por cordobeses, Ed. Raíz de dos), donde la historia familiar se entrelaza con la política y la vida de unos jóvenes del S.XXI cuyo paradigma es la “fama” o el trabajo concienzudo. 

 

– ¿Cómo es tu rutina de escritura?

 

– No tengo rutina. Cuando tengo una historia en estado de ser contada, le dedico todo mi tiempo. Cuando no, sigo leyendo y viviendo.

 

– ¿Qué te inspira para empezar una creación literaria?

 

– Una buena historia y una manera lúdica, intrépida, novedosa para mí de contarla. Hallar la forma de tejer la historia es casi tan vital como el argumento.
 

– Cómo lectora, ¿cuáles son tus géneros favoritos?

 

– El cuento y la poesía. La literatura para niños oriental, sobre todo la japonesa y la taiwanesa.
 

–  Además de la escritura, ¿qué otras actividades te gustan?

 

– Me gusta viajar. Conversar con gente de distintas ideas, culturas, lugares. Soy muy familiera, me encantan mis hijos, sus familias, mis nietos, mis sobrinos. Juego mucho con mis nietos. Hago periódicamente reuniones en mi casa para juntarme con amigos a charlar, comer, cantar, contar historias.

Dedico tiempo y energía en la jardinería, es apasionante observar el desarrollo de la naturaleza.

 

– De los últimos libros que leíste, ¿cuál le recomendarías a nuestros lectores y por qué?

 

Hace un par de años que estoy abocada a leer autores latinoamericanos actuales. Me gusta conocer a los jóvenes escritores. Acabo de leer “76” de Félix Bruzzone. Él me regaló su libro en la Feria del Libro de Guadalajara donde Argentina fue país invitado y donde tuve el honor de ser convocada a ser parte de la comitiva.

 

– ¿Podrías recomendarles además algo en materia de teatro, cine, plástica o música que te haya gustado mucho en los últimos tiempos?

 

– En cine, nadie puede dejar de ver “El cartero de Neruda”, “Amelie”, “El pibe” (sí, la de Chaplin)…ah, y de esa época: “Una semana”. 

En teatro: Acabo de ver “El tercer Patio” dirigida por Giovanni Quiroga y actuada por Clari Weller entre otros. Muy buena puesta. Interesante tema: el arrebato de la voz como modo de esclavitud.

En plástica: Imperdible la obra completa de Joan Miró. Por suerte hoy internet nos permite ver todo este arte. Mi favorito: el museo Miró de Barcelona.

En música: los jóvenes artistas cordobeses que me encantan son Mery Murúa y Marcos Luc. Genios.

 

– ¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto? 

 

– En este momento estoy editando en México seis libros: cinco son para niños -dos álbumes, una novela y dos cuentos ilustrados- y el sexto, una antología de dos poemas y cuatro cuentos para jóvenes. Como son todos ilustrados y con mucho trabajo de edición, la producción de estos libros es muy compleja y requiere de mi cuidado especial.

Tengo en mi cabeza dos novelas “empollando”, escribiéndose, buscando su manera de ser narradas. De una, creo que ya tengo el título: “Las locas de al lado”… veremos.

 

 

 

Datos de la autora

Graciela Bialet nació en Córdoba, Argentina, en 1955. Estudió Comunicación Social, Licenciatura en Educación y maestría en Promoción de la Lectura y la Literatura Infantil. Como educadora ha desarrollado proyectos específicos en animación lectora, tales como el programa Volver a leer, la coordinación de la Biblioteca Provincial de Maestros, capacitación , publicaciones curriculares y programaciones de Ferias de Libro en Córdoba. 
Como escritora ha abordado géneros de la literatura infanto-juvenil, la novela, el ensayo y textos pedagógicos para niños y para docentes. Dentro sus tantas obras publicadas de destacan: “El libro de las respuestas sabihondas”, “Los sapos de la memoria”, “San Farrancho y otros cuentos”, “Medio blanco, medio negro”, “Nunca es tarde”, “Si tu signo no es cáncer”, “El jamón del sánguche” y “Un tal Bialet”, entre otras.

 

 

 

 

 

 

Graciela Bialet nos comparte un enlace con algunos libros recomendados.

http://gbialet.wix.com/gracielabialet#!lij-libros-recomendados/cbid

 

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