Narrar lo atroz de manera poética

“Las indignas”, la nueva novela de Agustina Bazterrica, transcurre dentro de los muros de un antiguo convento en el que se erige una especie de secta instalada a fuerza de violencia, miedo y opresión. El afuera está devastado y contaminado. Al parecer no hay salida. Una mujer escribe y de pronto la palabra se vuelve redención y escapatoria.
Un libro que incomoda e interpela, pero que también ahonda sobre los sistemas represivos y el costo de la libertad.

Expiación. Purificación. Sangre. Sacrificio. Inmolación. Obediencia.

Esas palabras envuelven el universo represivo, oscuro y violento en el que conviven un grupo de mujeres que, al parecer, han sobrevivido a la devastación del mundo. Ellas se encuentran en un convento que alguna vez perteneció a unos monjes. La Casa de la Hermandad Sagrada está dominada por la Hermana Superior y Él. El resto simplemente ocupa un lugar determinado en un estructura despiadada en la que conviven siervas, indignas, santas menores, iluminadas y elegidas.

Pero allí también hubo de las “otras”, de las que no se habla pero de las que todas saben. Fueron las rebeldes, las que se atrevieron a romper las reglas, las que pagaron con su vida (y a fuerza de torturas) sus audacias.

 “Sin fe, no hay amparo”.  La frase se repite una y otra vez. Es el mantra de ese sistema totalitario instalado a partir del miedo y el castigo. En el “afuera” está la muerte, y en el “adentro” solo sumisión y dolor. Al parecer no hay salida.

Luego las jerarquías, las ideas delirantes, los castigos físicos y la represión hacen lo suyo para construir en la Casa de la Hermandad Sagrada la única posibilidad de supervivencia.

Pero hay alguien que escribe en la clandestinidad… Y entonces esa palabra rompe la inercia. Es la que da cuenta de las atrocidades que ocurren dentro, es la que nos narra cómo era el exterior antes de que el frío o calor extremos lo destruyeran todo, antes de que ese olor a podredumbre y esa niebla pegajosa acabaran con el planeta. Antes de que los grillos fueran fuentes de alimento y los animales una rareza. Esa mujer que escribe, esa indigna, ha conocido el «afuera» previo a la devastación. Tiene algunos recuerdos y sabe lo que es la libertad. Por eso escribe, por eso tal vez no se resigna.

Agustina Bazterrica vuelve a crear un ecosistema diferente. Un mundo distópico que, por momentos, parece sacado del medioevo. Usa un lenguaje envolvente, poético. Las palabras escritas dicen mucho. Pero las tachadas –las que ocultan- dicen aún mucho más.

“Las indignas” lleva al lector al extremo. Es un texto sensitivo. Duele, repugna pero también trae el alivio del amor y la amistad, aún en medio de ese contexto macabro.

“Lucía me hizo sentir cosas olvidadas, como la piedad”, escribe la protagonista. Entonces, tal como lo hizo en su novela anterior “Cadáver exquisito”, Bazterrica vuelve a poner en jaque esencia del ser humano. ¿Qué pasa cuando perdemos la humanidad? ¿Qué pasa cuando perdemos la empatía y el miedo y la crueldad se apoderan de nosotros? ¿La devastación está en el afuera o en el interior de las personas?

“Las indignas” es duro, es fuerte. Nos enfrenta a escenas atroces pero de la mano de un lenguaje bello y poético. Es de esos textos maravillosamente escritos que  interpelan, incomodan y conmueven.

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