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Un pasaje directo a la derogación de la cultura

En las últimas horas, la Ley Ómnibus presentada por el gobierno de Javier Milei, genera un fuerte malestar e incertidumbre en muchos sectores de la ciudadanía. En lo que hace a materia cultural hay puntos realmente preocupantes que afectan de manera directa al ecosistema del libro. También impacta en las artes escénicas, las artes visuales y la música, a lo que se suma la derogación del Fondo Nacional de las Artes.
Por Fer Pérez

Una nueva grieta. Una más profunda, más sangrante. Una grieta abusiva, porque las fuerzas en pugna no son simétricas. Y en esa asimetría, la cultura obviamente corre con desventaja. Tras el impacto del DNU, llegó la Ley Ómnibus. Una Ley que entre sus tantísimos artículos presenta un capítulo que atenta directamente contra las industrias culturales. 

Hay sectores políticos que jamás reparan en la cultura, sin embargo es evidente que -en el fondo- hay algo de los procesos creativos y culturales que les incomoda. Les genera tensión su lucidez y rebeldía. Les jode esa capacidad de darle visibilidad a los invisibles (a los “nadies” parafraseando Galeano). Por eso tal vez era esperable el embate a la cultura. Derogar, derogar, derogar. Nunca mejorar, fortalecer, ampliar. Lo que tal vez ignoran es que la cultura es una sobreviviente. Ha logrado latir en la clandestinidad, en la persecución y en los momentos más oscuros y tiranos de la Historia.

Desde Babilonia trabajamos por y para la cultura. Creemos en el valor de todas las expresiones culturales  (las emergentes, las independientes, las populares, las comerciales, etc.), por eso defendemos y apoyamos esa diversidad que con el avance de esta Ley corre riesgos.   

No se trata de mercados, se trata de cultura. No se trata de precios, se trata de fuentes de trabajo. No se trata de “libertades” se trata de favorecer el acceso a la literatura, el arte, el conocimiento y la educación como derechos fundantes de la vida democrática.

Sobre la Ley de Defensa de la Actividad Librera

La derogación de la Ley 25.542 (de Protección a la Actividad Librera) generó un rechazo generalizado en el sector del libro (librerías, editoriales, autores, cámaras de libros, etc.).

Dicha ley estipula un único valor para los libros. Es decir en la actualidad ningún local puede vender por debajo o por encima del monto acordado por las editoriales. Esto es clave para el crecimiento y desarrollo de las librerías independientes y evita que la comercialización se concentre solo grandes cadenas y superficies comerciales (que son las que pueden adquirir mayor stock y compensar descuentos con otros productos).  

¿Quiénes se ven afectados?

  • Las librerías independientes ya que no podrán competir con las grandes cadenas ni superficies, como así tampoco con algunas plataformas  como Amazon.
  • Las editoriales, en especial aquellas independientes, que en la mayoría de los casos solo encuentran espacio de venta y exhibición en esas librerías más pequeñas o temáticas. 
  • Autores y autoras, ya que solo habrá lugar para best seller. También genera dudas cómo impactaría todo esto en el 10% que actualmente se cobra por Derecho de Autor.
  • Lectores, ya que solo accederán a un determinado tipo de literatura, dejando afuera a la valiosa biodiversidad literaria con la que cuenta la actividad editorial en Argentina. Tal vez es probable que al prinicpio puedan encontrar algunos descuentos, pero a la larga se limitará el horizonte literario. 
  • Todos los actores del ecosistema del libro sentirán el impacto de esta Ley Óminibus (si es que se aprueba) y se afectarán  numerosas fuentes de trabajo. Recordemos que en Córdoba hay actualmente unas 100 editoriales independientes y la mayoría de las librerías también lo son.

“Los libros no son papel impreso. Son mapas de experiencia humana, una especie de segunda comunidad. En una época en la que no sabemos qué tan a prueba de fisuras sean las realidades, son menos un lujo, menos una necesidad del ocio y más un medio de supervivencia” (Alexander Kluge).

¿Y la Conabip?

NovedadesSi seguimos reflexionando sobre el ecosistema del libro, otro tema complejo es la sustitución de algunos artículos que afectan a la Ley 23.351 sobre la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip). Sorprende que para obtener los beneficios correspondientes, en función de lo que establece la Ley Ómnibus, estos espacios culturales deberán acreditar “la necesidad social de los servicios en la zona de influencia de la Biblioteca Popular”. ¿Es que una biblioteca no es en sí misma una “necesidad social”? Hay otros puntos críticos como la clasificación por cantidad de obras, el movimiento diario de esas obras y otras cuestiones que afectarían las partidas presupuestarias. 

Cada biblioteca instalada en un barrio, en un pueblo, en una ciudad, en una comuna o en un paraje, es un reducto de cultura y conocimiento. A la hora de debatir esta ley esperemos que diputados y senadores no lo olviden.

Teatro, música, cine… Y todo lo demás también

En el ámbito de las artes escénicas la iniciativa de derogar el Instituto Nacional del Teatro cayó como una bomba. Desde la Red de Salas de Córdoba expusieron su enorme preocupación. Actualmente hay 60 espacios teatrales independientes en el territorio provincial. Aquí trabajan grupos, artistas, técnicos y profesionales de distintas áreas.

A eso se suma la derogación del Fondo Nacional de las Artes, uno de los organismos más prestigiosos en materia de promoción  y desarrollo cultural, como así también artículos que se quieren modificar sobre el funcionamiento del Instituto Nacional del Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y el Instituto Nacional de Música.

Frente a todo esto, seguramente no faltarán quienes digan “hay gastos más urgentes”. Pero siempre es importante aclarar que la cultura no es gasto sino una inversión.

Igual es evidente que todo esto no tiene como trasfondo “la regulación del mercado” sino que es más bien un embate ideológico. A veces las autarquías pueden hacer su quema de libros sin fuego de por medio. A veces solo bastan un DNU o una Ley.

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