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«Escribo con la sola intención de que el lector no salga indemne»

La escritora cordobesa Estela Smania acaba de publicar “Clara Hiller”, como parte de la colección El Llavero, de la editorial Comunicarte, pensada para lectores desde los 16 años. Una novela breve conmovedora, brutal –y absolutamente necesaria-, que incomoda al lector poniendo sobre la mesa temas como el abuso, el sometimiento y la soledad.

Leer a Estela Smania es siempre una invitación a un relato que sabemos nos va a conmover de manera genuina, nos conducirá a veces -y sin remedio- hasta los lugares más oscuros de nosotros mismos o nos abrirá de tal manera los ojos que no podremos más que observar a  nuestro alrededor, por más doloroso que sea el entorno. 

Referente nacional de la literatura infantil y juvenil, Estela Smania (autora de títulos como “Pido gancho”, “Ay, Renata”, “Bajo siete llaves”, “La calle es mía”, «La Sacramento») lleva décadas ofreciendo relatos sumamente originales, con protagonistas que tienen muchas más preguntas que respuestas y que visibilizan problemáticas sociales.

En esta oportunidad, la autora presenta “Clara Hiller”, novela breve que integra la colección El Llavero de la editorial Comunicarte, colección pensada para lectores desde los 16 años (aquí es importante la palabra desde ya que nunca hay edad límite para leer a Smania), y que nos sumerge en la oscura y dolorosa vida de su protagonista. Clara es una mujer solitaria, abatida y triste, que sufre -cual desgarro- la partida de su único hijo de la casa. El relato nos irá contando -muy de a poco- el por qué de ese sufrimiento, del infierno que anticipa Clara al quedarse sola y que se parece, imaginamos, a muchos otros que antes padeció. Por eso esa (inminente) partida es la que sirve de manera contundente como introducción al relato, y también como motor para tirar suave y dolorosamente del hilo y observar con detenimiento la (desolada) niñez de Clara y su (sometida) juventud.  

Leer a Estela Smania es, como dije, siempre una invitación. Pero en esta entrevista la invitación es a ella como autora, para que nos cuente sobre el proceso de escritura de este conmovedor libro que hace apenas unas semanas llegó a las librerías y sin dudas recorrerá un largo camino.

Escribir desde el dolor

-El relato narra/describe a la protagonista, Clara Hiller, tanto en su edad adulta como en su niñez, pero, ¿a quién viste primero, la Clara niña o Clara mujer? O mejor dicho, ¿el relato fue hacia la adultez o hacia la infancia?

– Antes de responder me gustaría hacer una aclaración, con la que siempre suelo comenzar. Nadie sabe menos sobre sus libros que el propio autor. Poco o nada puede decir el que escribe sobre lo que escribe. Es el lector el que puede hablar sobre las exaltaciones, las iluminaciones, las revelaciones que un texto le produjo, o no. Decía Abelardo Castillo que un buen lector mejora y justifica cualquier escrito. Puedo responder preguntas sobre la tarea de escribir, según mi experiencia, pero no puedo responder sobre qué escribo, no puedo fundamentar algunas elecciones, ni hacer visitas guiadas a través del territorio del texto, mucho menos juzgar los resultados obtenidos. Dejo el asunto para quien lee, para quien analiza, para quien critica. Yo me limito a escribir y a escribir con verdad, con libertad, sin excesiva autoconciencia.

Teniendo siempre en cuenta esto, diré que la pulsión, aquello que empuja a escribir, que lo hace necesario, imperativo, y que en mí generalmente proviene de un dolor, de una injusticia, de situaciones que conmocionan el ánimo de tal manera que el silencio se torna casi pereza o cobardía, provino seguramente de la Clara niña. La Clara adulta la imaginé más tarde como una consecuencia, no la única e ineludible, por fortuna,  pero sí una de las dramáticamente posibles. Después sobreviene lo que García Viñó llama la presentidad, es decir el punto de vista, la disposición del material narrativo, el juego de elusiones y alusiones, la estructura, la forma de presentar la realidad que se describe.

 

–    La novela habla acerca del abuso, la soledad, la adolescencia femenina sometida, el silencio y también una maternidad que es el único lazo luminoso con el mundo, pero que también se convierte en un infierno posesivo. Es sin dudas un relato crudo y la voz que lo narra es igual de contundente, frontal que poco atempera el dolor que se siente al leerlo, ¿por qué esa elección narrativa que -al mismo tiempo- no cae en golpes bajos?

-Tal vez, y solo tal vez, por lo que al principio comentaba, esa ferocidad de  la que hablás provenga del tema, o quizá de una incapacidad mía de tratarlo metafóricamente. De alguna manera me acerqué a una situación existencial límite, que solo conozco por las crónicas policiales, y narrar el dolor de existir de Clara, ante lo que considero una de las ofensas más graves a la dignidad humana, me hizo imposible elegir formas menos duras o menos explícitas. Por otra parte, si -como creo-, se intenta provocar en el lector una conmoción fuerte, cualquiera sea que lo modifique, que lo corra de su lugar, que lo interpele, la elección narrativa parece justa.

Literatura «de transición», literatura para visibilizar

Estela Smania es, como dijimos, una gran referente de la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) aunque en esta oportunidad se toma el trabajo de precisar de manera subrayada que “Clara Hiller” no fue pensada (solo) para lectores jóvenes. La escritora en cambio apunta a la importancia de estos textos que quizás pueden ser “iniciales” para aquellos que recién se acercan a los libros y que ofrecen la posibilidad de visibilizar problemáticas sumamente complejas, como el abuso o la violencia doméstica.  

–  Escribir de aquello que es oscuro, truculento, tabú parece ser más difícil que escribir sobre lo bello, ¿lo es? ¿Hubo un desafío mayor al ofrecer un texto que sabemos que puede ser incómodo al leerlo, pensando incluso en el lector joven al que está dirigido la colección?

– El texto no fue escrito pensando en los jóvenes. No lo rotularía, en consecuencia, Literatura Juvenil. Creo que la llamada Literatura Juvenil es aquella pensada para quienes aún no leen literatura o están comenzando a hacerlo. Entonces, esos libros los inician, les fomentan el hábito de la lectura, les forman el pensamiento crítico, son textos de transición. Pero un joven  que ya lee, que está entrenado, que elige todo aquello que le interesa, no tiene límites, y no debe tenerlos. Leerá a los clásicos, leerá a los contemporáneos, leerá todos los géneros, leerá. Clara pertenece a la Colección El Llavero de Editorial Comunicarte, que justamente pivotea entre unos y otros. La Editora nos advierte que la Colección “propone un conjunto heterogéneo de narraciones que pretenden interpelar a un público de entre 16 y 106 años para contribuir a la formación de lectores inteligentes y sensibles.”

 

– La novela comienza mostrando a una protagonista quebrada, atravesada por el abuso, la violencia y luego el amor de su hijo que lejos de salvarla la hundió aún más en su soledad. Entonces ese círculo de silencio, aislamiento y vergüenza se presenta perfecto. ¿Cómo romperlo? ¿Cómo se salva a las Clara Hiller que conocemos?

-No lo sé. Quizá la herramienta que la lectura o la literatura pueda ofrecerles, sea visibilizar sentimientos, sensaciones, sea ponerles al frente un espejo, sea hacerles saber que no están solas o animarlas a romper el silencio. Pero personalmente, mientras escribo, no me  propongo salvar a nadie, ni dar consejos. Lo mío es, a veces, exorcizar los propios miedos. Escribo con el mundo que me rodea, escribo con la sola intención de que el lector no salga indemne, escribo para un lector que desde la comprensión y el conocimiento niegue, critique, elija. Escribo con preguntas y perplejidades, intentando el nacimiento de la reflexión y la reescritura. Me gustan, por mi parte, los libros que me invitan a cuestionar, a repensar, a crear nuevos sentidos, a hacer visible lo que se intenta ocultar.

Crear un hecho artístico

–  El relato no solo conmociona por poner sobre la mesa la problemática del abuso y el sometimiento, sino por la naturalidad con que su protagonista lo acepta. ¿Allí radica la mayor denuncia del texto, el de señalar el mandato naturalizado de una sociedad machista y patriarcal?

-No. Lo que hice, o pretendí hacer, no fue una denuncia. Lo que pretendí hacer, con mayor o menor acierto, fue crear un hecho artístico, con valores éticos y estéticos. Esta respuesta se enfrenta una vez más con  mi incapacidad de explicar la propia obra.  Pero creo que  exhibir situaciones límites, situaciones extremas, sin voluntad de enseñar o mostrar soluciones, si se ha acertado con el “cómo”, resulta, en definitiva, revulsivo o purgante. En este punto me gustaría repetir algunas palabras de Sophia de Melo: “La escritura me pide la entereza de mi ser, una conciencia más honda que mi inteligencia, una fidelidad más pura que la que puedo controlar. Me pide una intransigencia sin fisura… Porque la escritura es mi explicación con el universo, mi convivencia con las cosas, mi participación en lo real, mi encuentro con las voces y las imágenes… Resonancia de las calles, de las ciudades y de los cuartos, sombra de los muros, aparición de los rostros, silencio…”

–  La novela atraviesa (casi) toda la vida de Clara Hiller, sin embargo es una novela corta, precisa, contundente. ¿Cómo fue trabajar con el recurso de la economía de palabras, con la brevedad (sin desmerecer, en absoluto)?

-Desde que concibo la idea sé que he concebido además, el tratamiento del tiempo. Sé que me manejaré como quien emite “una nota emocional única y de una sola vez”. Sé que deberé encontrar una escritura sencilla, de rápido ritmo, que como dice García Viñó no admita dilaciones, interludios ni digresiones. Sé que le daré a la trama singular importancia y que arribaré al desenlace en un tiempo y espacio acotados. Con relación a los personajes intento no crear ni ángeles ni demonios, seres capaces de los actos más heroicos y de los más abyectos. Pretendo que mis personajes sean profundamente humanos, reflejar en ellos, lo que de una u otra forma le pertenece a todos. “Yo soy el hombre (y la mujer diríamos hoy correctamente) /yo sufrí/ yo estuve ahí,” dice Whitman.

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