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Comentario de "Mi vida después y otros textos", de Lola Arias

 

Los libros suelen ser un camino de ida, pero también uno de vuelta. Generalmente nacen como la concreción de aquel primer soplo de arte de algún creador, de esa idea primera que se presenta en la mente de los escritores, luego llega al papel, para reproducirse después miles y miles de veces más. En otras ocasiones, en cambio, el libro es el final, es el corolario de una forma artística que comenzó mucho antes, desde otras estéticas quizás más abstractas –como en este caso, del teatro- y luego se plasma en concreto, como si fuera un souvenir, para jamás olvidar eso que pasó y ya se volverá a ver.

Es lo que ocurre con  “Mi vida después y otros textos”, de la escritora y dramaturga argentina Lola Arias que hace pocos meses y por el sello Reservoir Books se editó en nuestro país, cerrando de la mano de la literatura, una trilogía teatral que se estrenó en 2009  en Buenos Aires y terminó cruzando fronteras, llegando a presentarse en Chile.

Pero no se dejen engañar por la tradición, porque a la inversa de otros directores de teatro, aquí Arias no escribe una obra convencional, con personajes y guiones establecidos que se pueden seguir luego en papel.

No.

Arias nos invita a otra cosa en este libro, a ser parte de un proceso de construcción de tres puestas hermanas (Mi vida después, El año en que nací y Melancolía y manifestaciones), que surgieron de una misma raíz narrativa: hijos reconstruyendo la vida de sus padres.

Todo comenzó previo  al 2009, o muchos antes en realidad, cuando la autora sintió la urgente necesidad de profundizar en la enfermedad depresiva de su madre. Lo único que tenía para emprender su trabajo era el recuerdo de aquel momento en que todo se inició: el año 1976, fecha emblemática para la historia argentina.

A partir de eso, Arias buscó las mil y  una herramientas para entender por qué su madre pasaba de estadios sin salir de su cama a otros donde reinaba  la euforia, buscando comprender si esa fecha en el calendario tan cruzada por los hechos políticos y sociales, algo tenía que ver en su familia. Pero su historia personal en ese momento sirvió tan sólo como punto disparador, para crear lo que sería primero «Mi vida después» y luego «El año en que nací», ya que muchos años pasaron para que surja finalmente la representación en las tablas de «Melancolía y manifestaciones», narrando lo que pasó con su madre puertas adentros.

 

En “Mi vida después”, entonces, Arias convoca como directora teatral a personas que tengan algo para contar de sus padres y sean parte de esa generación “nacida bajo la nube de a dictadura”, tal como lo explica la autora. Con sorpresa fue recibiendo a otro/as que tanto como ella, tenían recuerdos fragmentados de sus padres ya sea por la desaparición, el exilio, la fuga, la justicia o la muerte. Dispar fue la respuesta colectiva que tuvo, pero eso no le impidió para nada lograr hilvanar cada una de las historias, para presentar después de largos meses de ensayos, una obra que pone en escena hijos hablando sobre padres. Relatos que son raíces para poder sostenerse, cualquiera haya sido su procedencia: militantes, curas, policía, ciudadano apolítico o sobrevivientes.  

Aquí es cuando nos damos cuenta, y quizás lo mismo le pasó a la autora, que “Mi vida después” no era una creación meramente artística, sino profundamente psicológica y social, y que podía replicarse en muchos otras sociedades.

Continuando con su camino como directora, esta vez en tierras chilenas, Arias emprende en el 2011 la puesta de “El año en que nací”, que surgió de un taller experimental con jóvenes trasandinos, quienes tenían la misma urgencia de contar lo que a ellos le había pasado como hijos nacidos bajo el designio de la dictadura de Pinochet.

Pero la idea no podía terminar así. La autora, que supo crear dos obras teatrales con los datos cruzados de tantos otros, no lograba reinventar la suya, y fue por eso que después de mucho trabajo (inter)personal con ella y su madre, presenta “Melancolía y manifestaciones”.

La dictadura militar argentina fragmentó profundamente la sociedad de ese momento, y sus consecuencias llegan hasta el día de hoy. Arias, como tantos otros, se preguntaba si era válido indagar en su historia, cuando sabía que nada de lo personal tenía que ver con desaparecidos, ni asesinados, ni combatientes, ni militares. “Pero yo también era hija de”, dice Arias, “Y la historia de mi madre –una profesora de literatura que en 1976, cuando nazco yo, su segunda hija, cae en una depresión profunda- también podía ser una historia generacional”.

En este libro, Arias cuenta los diferentes procesos creativos de la trilogía y expone -al mismo tiempo- las formas que tomaron cada una de sus puestas. Escenografías, juegos de luces, diálogos, monólogos, proyecciones en escena. Todo cabe en este volumen editado en muy buena calidad y fotografías que ilustran cada etapa.

Y si bien se hace difícil a veces seguir la línea del relato, es de lectura recomendada para amantes del teatro e investigadores, por la riqueza de los testimonios. Y sobre todo es de lectura imprescindible para los “hijos de” esa generación que aun busca sus respuestas.

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