Magda Tagtachian: “Bullía en mí la necesidad de escribir sobre la historia armenia en Jerusalén»

La autora argentina Magda Tagtachian acaba de presentar en todo el país “La promesa” (Planeta), su última novela donde vuelve a poner en el centro de la escena a la periodista armenia Alma Parsehyan, quien viajará en esta oportunidad a Tierra Santa. Allí, la joven tratará de sanar viejas heridas y entender qué significa estar en paz. La mujer como territorio de conflicto en una novela tan comprometida como conmovedora.

Podría comenzar diciendo que en “La promesa”, su protagonista, Alma Parsehyan, una armenia de la diáspora, periodista de EEUU que vive hace un par de años en Medio Oriente absolutamente involucrada en el conflicto de la zona, atraviesa en esta novela una crisis matrimonial con su pareja y decide viajar a Jerusalén. O quizás agregar, para que se entienda la sinopsis, que Sherry, su marido, con quien adoptó un niño huérfano de la guerra, nacido en Artsaj (territorio asediado por bloque del régimen de Azerbaiyán), también será víctima del odio ideológico que no deja en paz a esta zona militarizada. O, tal vez sumar que, en medio de la trama, tan políticamente comprometida como sensible y humana, aparecerá un nuevo personaje: Garo, un armenio que le propondrá a Alma ver todo ese conflicto que a ella le ha cambiado la vida y la atraviesa, de una manera diferente.

Sin embargo, a pesar de todo lo explicado, no puedo hablar de Alma sin hablar antes de Nané Parsehyan, ni de Armenuhi y, por supuesto, de la creadora de toda esta especie de saga pero que puede leerse de manera independiente, y que es Magda Tagtachian. Y no lo puedo hacer porque la materia prima de la que se nutren todas sus ficciones están empapadas de su narrativa familiar, es decir, de historias que circulaban en su sangre como las aguas de un río subterráneo y que cuando las descubrió –ya siendo periodista- no pudo (ni quiso) soltar.

Magda Tagtachian es de familiar armenia, pero durante mucho tiempo creyó que ahí terminaba su legado. Sin embargo, cuando la pregunta venció al silencio, descubrió todo lo que había en la vida de su abuela Armenuhi y el infierno vivido durante el genocidio de su pueblo. Fue tan fuerte el grito que sintió Magda en ese momento, que muchos años después, los ecos siguen dictándoles tramas y personajes para sus novelas.

Todo comenzó con Armehui y su historia (narrada bellamente en “No me olvides, Armenuhi”) que luego dio lugar a “Alma armenia” (2019), con Alma Parsehyan como protagonista, esta periodista del Boston Times que viaja a Armenia en pleno conflicto de Medio Oriente y donde se encontrará con su prima armenia en territorio: Nané Parsehyan. Ella será –años después- la protagonista de “Rojava” (2021). Por último, volveríamos a saber de ellas en “Artsaj” (2022) donde ambas irán narrando –cual cronistas- las atrocidades ocurridas en este territorio asediado por las fuerzas del régimen de Azerbaiyán.  

¿Cuánto se puede desovillar la historia familiar de uno mismo para tratar de entender/sanar lo que le ocurrió a generaciones pasadas? ¿Puede la literatura hacer justicia ante las desigualdades vividas por quienes nos preceden? ¿Puede una voz ficcional hablar por aquellas que han quedado (y quedan) en silencio?

Magda Tagtachian está convencida que sí, que sus personajes y tramas son pura ficción pero que también están conectadas con aquello vivido por sus abuelos y que se le ha legado, que ella media entre el pasado y el futuro y que, por ahora, sigue teniendo mucho para decir sobre un territorio en conflicto que no puedo encontrar la paz.

Magda Tagtachian. PH Alejandra López.

En “La Promesa”, Tagtachian retoma la vida de Alma Parsehyan, esta vez para narrar su experiencia en otro territorio en conflicto: Jerusalén. Otra vez la mujer es protagonista y a la vez territorio donde se libran todas las batallas (políticas, culturales, sociales) y también memoria, algo que la autora viene sosteniendo en cada uno de sus libros.  

– ¿Qué necesitaba decir Alma sobre eso que te llevó a escribir esta novela?

-Alma necesitaba decir todo; y de esto me di cuenta cuando bullía en mí la necesidad de escribir acerca Jerusalén y la historia armenia allí. Jerusalén es el lugar donde los armenios han custodiado en forma ininterrumpida, a diferencia de los otros credos, y desde tiempos remotos los Santos lugares de Tierra Santa. Esta historia -que me la contaron mis tías abuelas- siempre me impresionó mucho y por eso quería narrarla en algunas de mis novelas. Había (hay) algo muy fuerte ahí. Además los armenios siguen peregrinando a Jerusalén llevando sus promesas y se siguen tatuando la cruz con el año del viaje. Aparte me acordaba que las mujeres durante el genocidio armenio, las que eran apropiadas por los turcos-árabes eran marcadas con tatuajes visibles en la cara con cruces, como una forma de denostarlas y humillarlas. Sentía que había algo ahí para contar. Pero claro, yo primero tengo la historia y después busco los personajes para contarla. Entonces mientras rumiaba la novela, sucedió un hecho geopolítico clave: el asedio durante diez meses de Artsaj por parte de Azerbaiyán con complicidad del régimen turco. Allí surgió la necesidad de contar para denunciar, y uní los dos cabos: el asedio y caída de Artsaj con población original armenia y Alma, llevándola a Jerusalén en medio de este bloqueo. 

Tsitsernakaberd. Memorial víctimas del genocidio.

-Alma -que ha sobrevivido a situaciones extremas y atraviesa ahora el duelo de su pequeño hijo-, vuelve a sentirse viva cuando la invitan a ser parte de un proyecto que desconoce las diferencias culturales. ¿Cómo fue que surgió esta trama que vuelve a encender la historia, cuando creímos que ya todo estaba narrado de ella?

– Cuando me puse a investigar sobre Jerusalén y la trama armenia allí, encontré el taller de cerámica de la familia Balian que se dicta de forma ininterrumpida desde 1922. Esta familia (originarios de una zona del imperio Otomano, que era conocida por tener expertos ceramistas) viajó a Tierra Santa a fines del siglo XIX cuando los llamaron para restaurar la cúpula de la mezquita de Al Aqsa y terminan abriendo un taller. Yo no conozco Jerusalén, nunca fui, pero cuando supe de esto me vino como anillo al dedo en la historia; entonces decidí llevar a Alma a este taller donde ella, con esa confección de la cerámica intenta sanar sus heridas.  

Tagtachián. PH Alejandra López.

Desde 2016, Tagtachian ha viajado dos veces a Armenia y otros lugares de Medio Oriente y en cada una de estas ocasiones, ha registrado absolutamente todo lo que vivió. Paisajes, colores, aromas, nombres, vínculos, palabras, gestos, que han alimentado la tierra para cada una de sus creaciones. En esta oportunidad, la novela comienza justamente describiendo un particular poblado cerca de la capital armenia, donde Alma comienza a registrar los cambios que se avecinan en su vida.

– Mientras escribías La Promesa, ¿con qué conectaste de los viajes que tanto te ha dejado?

– Gran parte de La Promesa surgió en el último viaje a Armenia, en 2023, cuando me quedé tres meses en Ereván y tuve mucho más tiempo compartiendo con mi familia armenia. Conocí lugares que son muy pocos conocidos, como Solack, un pueblo de ensueños a las afueras de la capital, donde hay chalets de la época soviética. En uno de esos estuve un ratito y enseguida se me ocurrió una historia que, obvio estando ahí no la pude escribir. Las novelas tienen ese proceso interno, y cuando iba armando el tetris de la trama decidí comenzar la historia narrando la crisis matrimonial que tienen Alma y Sherry en este lugar. Era un refugio para ellos, para sanar, necesitaba que Alma esté un tiempo allí.

Cuando uno viaja, quizás no se da cuenta en el momento que algo va a escribir, pero yo, al menos, tengo la mala (o buena) costumbre, registrar todo, que al regreso terminan siendo parte de la hermosa cocina de la literatura. 

Esta novela vuelve a poner sobre la mesa los conflictos geo-políticos de Oriente: Sherry, el esposo de Alma, queda prisionero en Artsaj por una dedición del régimen de Azerbaiyán cortando el corredor de Lachín. Y al mismo tiempo Alma viaja a Jerusalén, un punto clave en el conflicto entre Israel y Palestina. Tagtachian es absolutamente consciente de esto y se entierra en el barro dentro de un género (el romántico) que la contiene y al mismo tiempo la desafía.

– ¿Esta novela surgió acompasada de este conflicto? ¿Cómo vas manejando los tiempos de la escritura con los de la realidad en el territorio?    

– Aclaremos que la novela está ambientada en la actualidad, en 2022-2023 y la concluí justamente ante de los ataques de octubre de ese año. Una vez que decidí llevar a Alma a Jerusalén vi como un gran atractivo contar la historia de este país y de su problema político, de su conflicto desde el origen que se remonta a 1948 cuando crean ese estado divido entre Palestina e Israel, esa capital dividida que no tiene reconocimiento internacional hasta el día de hoy. Porque aparte, los palestinos no tienen el mismo status que los israelíes ya que para viajar fuera de su tierra -pero dentro del país-, por ejemplo, necesitan una carta de identidad y en caso contrario son considerados extranjeros en su propio territorio. Eso me parecía sumamente atractivo para incorporar.

Pero también me ocupé de incluir como personajes a todas las etnias, como Raissa, una mujer judía que se hace amiga de Alma y que permite justamente hacer dialogar la actualidad entre Israel y Palestina en el mundo. 

La autora, en uno de sus viajes a Ereván, capital de Armenia.

– ¿Cómo fue la escritura de esta novela en relación a las otras? ¿Fluyó, se vio condicionada por algo personal?

– La escritura de esta novela fue justamente una promesa de sanar a mí misma. Escribí porque necesitaba conectar con mi espiritualidad en un momento –me atrevería a decir- bisagra de mi vida. Me aferré a Alma, a mis personajes, a ese camino que hace en Jerusalén cuando recorre la vía dolorosa. Yo no soy religiosa, pero sí creo en Asdvatz, Dios en armenia, como fuerza creadora. Me di cuenta todo eso que yo fui experimentando y viviendo mientras escribía, tuvo muchísimo que ver en momentos todavía más difíciles que vinieron después. Ciertamente los escritores no somos los mismos antes y después de escribir. No es algo que busquemos, es algo que sucede. Es parte de la alquimia que sucede. Y yo tengo que agradecerle a Alma y a Tierra santa por haberme llevado de la mano a Jerusalén.

-Los libros nos cambian como escritores, ¿qué cambió en vos la escritura de esta novela que toca tanto las fibras íntimas?

– Cambió todo, los libros nos cambian. La Promesa me dejó marcas profundas, pero no de dolor sino de luz que nos da la espiritualidad para transitar los momentos difíciles. La Promesa, como quizás en ninguna de las otras novelas, pude experimentar mientras escribía esa luz cálida, rosa, anaranjada de la sanación. Esto no es New Age, esta luz es –además- la luz del cielo de Ereván y es la luz de la tierra santa, de la ciudad vieja de Jerusalén. Incluso hay una cuestión cromática en la novela que tiene que ver con esta luz naranja y rosa que nos envuelve y nos protege. Y quisiera que los lectores puedan experimentar esto. Estoy segura que será así.

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