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Alejandro Dolina: "Nunca me hice muchas ilusiones, el programa fue más allá de lo que esperaba"

 

El conductor, periodista y escritor pasó por Córdoba la semana pasada, y en la ocasión charlamos con él para preguntarle por el reciente libro publicado sobre los 30 años del programa “La Venganza será terrible”. Como es usual, un Dolina irónico respondió acerca de lo que significa mantenerse en el dial por tanto tiempo, los objetivos alcanzados en tres décadas y respondió por qué hacer este programa le “salvó la vida”.

 

 

 

Desde un principio, allá por los `80, «La Venganza será terrible» contó con un halo de misterio sobre lo que ofrecía, algo así como ocurre con  lugares escondidos en rincones de la ciudad o  clubes con socios exclusivos, por lo tanto para descubrirlo, había que sí o sí ser parte de ella. No valía de nada que te contaran de qué se trataba,  había que estar allí y cumplir con los requisitos de ingreso. El primero de todos: quedarse despiertos hasta la medianoche. Porque en el mismísimo instante donde comenzaba un nuevo día, las luces de este espacio radial se prendían, dando vida a personajes que en vigilia podían confundirse con la multitud, pero algo insomnes irradiaban luz propia.  

Desde entonces y hasta ahora, el programa ofrece reflexiones filosóficas, puestas en común, y apartados de humor, teatro y música en vivo. “Es un programa que dice cosas livianas sobre temas pesados”, lo sintetizará con astucia  su mentor en esta entrevista, y quizás allí radique la magia que encierra.

Sorteando cambios de emisora, el ciclo «La Venganza será terrible» cumplió este año tres décadas en el aire, continuando no sólo con su dinámica (aunque sí modificando su staff de protagonistas) sino también su apuesta de trasmitir desde un lugar con público en vivo. Por esta razón pasó hace pocos días por Córdoba.

 

Muchas son las anécdotas y más también las reflexiones sobre lo que han dejado en su conductor 30 años de labor en cada medianoche. Aquí, y teniendo como excusa la edición del libro, nos cuenta un poco de todo eso.

 

Después de 30 años, ¿cómo surgió esta idea de sacar el programa del aire y llevarlo al papel?

Bueno, en realidad es una idea que no me pertenece. Es una idea comercial-editorial no artística. Digamos, no es un libro de literatura que haya escrito yo. Pero si es un volumen de recuerdos, de fotos y de colaboración con quienes han participado dando testimonios, brindando textos y entrevistas. No sólo los antiguos integrantes del programa, sino muchos oyentes, algunos de los cuales tienen destreza literaria y además su opinión podía ser interesante. Lo  que quedó es un libro lindo, no se si para leerlo, o para colocarlos arriba de la mesa ratona, razón por la cual conviene antes de comprarlo hacerse de la mesa ratona, para después ponerlo arriba. Es un libro grato, pero no es parte de la galería de libros que yo he escrito.

 

 

Bueno, no lo critiquemos que de la editorial se van a enojar

– No es que sea un libro indigno. Está bien escrito, está muy bien hecho, con mucho profesionalismo, pero tiene un sentido más periodístico que literario. No es una reflexión acerca de la condición humana, pero, no digo que sea la guía telefónica.  Digamos que si uno es seguidor de “La Venganza” (LV) le va a gustar tenerlo porque se va a encontrar con revelaciones inteligentes, y las digo así porque no son mías.

 

Y siendo vos un autor de ficciones, ¿pensaste que alguna vez –en todos estos años-, que LV podía ser escuchada en clave de narración, como un cuento o novela con sus personajes y roles?

– Lo he pensado pero al mirar este libro. Después de desgrabar situaciones  humorísticas del programa, entrevistas, algunas suenan como un cuento. A nosotros nos llamó mucho la atención. Y no sólo eso, porque algunos radiocines que hemos hecho y publicado alguna vez, también son muy susceptibles de ser leídos como tal. Incluso muchas reflexiones con las que comienzan el programa podrían leerse como artículos de divulgación. Así que LV va a escribiendo, de algún modo, a veces cuentos, otras ensayos, otras páginas teatrales.

 

El libro también invita a escuchar lo que tienen para decir “célebres escuchas” del programa, ¿quiénes son célebres para LV?

– No es una celebridad hija de mi cerebro, no la he inventado yo. Simplemente son expresiones literales no metafóricas. O sea, oyentes que por cuestiones que no he elegido yo, son célebres, como por ejemplo Diego Maradona. Y no creo que tampoco sea meritorio tener un oyente célebre que otro que no lo sea.

 

Célebre o no han logrado conformar un público fiel que ha marcado a una generación, y hoy te escriben vía twitter diciendo que por LV estudiaron filosofía, por ejemplo, ¿qué sentís cuando lees esas devoluciones?

– Ese creo que sea el único logro del programa: despertar en otros la atención sobre asuntos que están fuera del programa. LV es un programa misceláneo, que dice cosas livianas sobre temas pesados. Pero la idea nuestra es como decía Unamuno (Miguel de): “suscitar, despertar”, decirles: guarda que acá hay un hombre que se llama Voltaire, para que vayan y lean, no se queden con las tres o cuatro cosas que uno puede decir de él. Y en este caso, sería que hay algo que se llama Filosofía, y convendría que lo estudiaras. Y si eso ha sucedido, se ha cumplido el único objetivo que el programa tiene.

 

El anticipo del libro también dice que LV te ha “salvado la vida”, ¿fue realmente así o es una frase para tentar a lectores a comprar el libro?

– No acostumbro inventar crear frases marketineras simplemente porque la gente que tiene que comprar el libro lo va a comprar, y la que no, no. Lo que he querido decir, es que en un sentido literal mi vida antes de LV era un tormento. Padecía un insomnio crónico y tenía trabajos que me obligaban a levantarme a las 6 o 7 de la mañana. De manera que durante todo el día estaba hecho un zombi con grandes problemas de salud. Haber encontrado en esas horas de insomnio un trabajo, podemos decir que me ha salvado literalmente la salud. Y en otro sentido, los trabajos que hacía, de publicidad, etc., no necesitaban que siguiera aprendiendo nada porque me bastaba con que había aprendido hasta esa edad. El programa, en cambio, no. Me obligó, por su frescura,  a leer todos los días. Pero a un modo diferente de leer, con un lápiz en la mano, a subrayar, a encontrar un texto vecino. Con un rigor mucho mayor a lo que leía en la escuela o facultad. Y eso me convirtió en un tipo mejor. Calculá lo que sería  antes. En ese sentido, y en muchos otros, como por ejemplo ensanchar mis horizontes, abrir la posibilidad de conocer personas casi al infinito, todo eso no lo tenía yo, y lo tengo ahora. Puedo decir que en un sentido casi literal me ha salvado la vida.

 

 

¿Cómo fue el comienzo? ¿Pensaste que sólo te escucharían insomnes crónicos como vos y después te sorprendió la convocatoria de personas ? ¿O no te sorprendió la respuesta?

– Nunca me hice muchas ilusiones, el programa fue más allá de lo que esperaba. No necesita mucho, porque yo siempre espero lo peor, no se si por una especie de pesimismo que tiene algo de terapéutico para evitar morir de desengaño o si finalmente los cálculos que yo hago son siempre mezquinos en relación a lo que  puedo hacer. El caso es que cuando empecé el programa esperaba que ni una sola persona compartiera ni una sola de las inquietudes que yo tenía.

 

– En “100 años de soledad” G. Márquez narra que en Macondo hubo una epidemia de insomnio, donde las personas no se molestaban por esto, sino porque comenzaron a verse los sueños entre todos. ¿Es LV algo así como un espacio donde se escucha dormido y se sueña despierto colectivamente?

– Me parece una forma interesarlo de decirlo. Creo que hay  varias formas de aferrarse a la radio cuando uno está insomne. Una  es la de hacer una comunicación personal, hablar incluso con el conductor, como Luisa Delfino, o escribirle contando sus cosas, y es una manera que puede ser respetable. Pero nosotros hemos encontrado otra forma, que significa nada más que encontrar asuntos en los que interesarles, asuntos que nos dejan solos. Yo escuchaba el otro día, en un programa de la mañana, donde los conductores -que eran muchos- se iban contando a qué hora se habían acostado la noche anterior, esa era la consigna. Uno a las doce, otro a la una, a las diez y así con todos. La respuesta entre muchas personas ante esa propuesta, sería: “y a mí  qué demonios me importa”. LV fue pensada  para esa gente que estaba interesada en saber qué había pasado con los huesos de Voltaire después de su muerte, y en cambio no en saber a qué hora se acuesta fulano la noche anterior. No es que esto sea mejor. Evidentemente estoy usando ejemplos tendenciosos. Pero es así, cierta soledad consiste en comprobar que la mayoría del mundo está interesado en otros asuntos, como -por ejemplo-, a qué hora se acuesta Recondo.

 

Y después de tantos años, ¿fue tan terrible la venganza?

– (risas) La venganza no es posible. La venganza es una construcción intelectual que no se da en la vida real porque si uno puede vengarse, porque está en una situación de poder frente al otro, no tiene interés en hacerlo. El deseo de venganza es un deseo del que está en situación de inferioridad. Quiero decir, que quien quiere vengarse no puede, y el que puede, no está interesado en hacerlo.

 

Dolina, en tanto, prepara para fin de año una nueva producción literaria, esta vez de su autoría. Aquí también habla de eso.

Estoy escribiendo  un libro de cuentos que después es una novela, es decir, una novela enmascarada en libro de cuentos. “Notas al pie”, se llama, es una colección de cuentos de un escritor imaginario, que acaba de morir, y publica sus cuentos póstumos con notas de alguien que ha sido su alumno, su seguidor o discípulo. Estas notas al pie, al principio pocas después muchas, abren la puerta de una historia siniestra. Y en las notas hay ya una novela. Al principio son cuentos correctos, bien escritos, pero en las notas al pie de estos cuentos se abren otras historias, y aparecen notas de notas, aclaraciones, y todo eso configura una novela con una manera de poner los hechos que no es usual. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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