Continuamos con esta sección que narra cómo fue esa primera experiencia lectora de un autor y sus personajes. Esta vez es el turno del sombrío protagonista de los policiales del argentino Luis Gusmán haciendo foco en su última novela «No quiero decirte adiós».
La literatura, ese infinito de letras, es diversa y vasta y por más que nos esforcemos y seleccionemos con cuidado, siempre hay nombre o títulos que se nos van o seguimos posponiendo por tiempo indeterminado, hasta que un buen día finalmente llegan a nuestras manos.
Y a diferencia de otros, lejos de sentirnos con culpa por lo que aún no leímos, desde Babilonia celebramos prender las luces en libros que muchos nos recomendaron y quedaron pendientes y por eso inauguramos el año pasado esta sección que es «Mi primer encuentro con».
Hoy entonces les cuento cómo fue leer por primera vez una de las propuestas del escritor argentino Luis Gusmán (también ensayista y cuentista, referente del canon literario nacional), autor de muchísimas novelas desde los años ´70 (como El frasquito”, “En el corazón de junio” o “Tennesse”) hasta la actualidad y distinguido en el 2014 con el Premio Konex de Platino en el rubro Literatura.
El libro que convoca es “No quiero decirte adiós”, parte de una ¿colección? que tiene como personaje central al ex pesista Walenski, un tipo rudo y lleno de vicios, con muchos temas pendientes, conocedor de los vericuetos del conurbano, el poder y las fuerzas policiales, que desde hace rato puebla las páginas de Gusmán. De hecho “No quiero decirte adiós” es la quinta entrega en la cual aparece este hombre sombrío y melancólico, callado pero tierno, que no le teme a los suburbios de la gran ciudad, ni tampoco de los corazones abandonados.
Y con lo primero que uno se encuentra cuando comienza a leer a Gusmán es con la posibilidad de cambiar la forma en que uno lee los policiales.
Es decir: resulta que uno tiene la costumbre de leer el género policial de la mano de autores que narran el crimen de manera brutal, o más o menos brutal o incluso haciendo una articulación con el humor para que lo brutal no lo sea tanto, pero poniendo siempre el hecho en el eje del relato. Lo importante es cómo, por qué, dónde alguien muere. En una novela negra lo central es, o debería ser, el hecho a investigar; y si no lo es, puede haber una trampa para el lector.
Pero aquí no hay trampa ni tampoco embuste, porque lo que se va tejiendo de la mano de una pluma austera y filosa, partiendo sí de un evento criminal pero dejándolo al margen por momentos, es un drama urbano complejo, que se mueve dentro de coordenadas de difícil ubicación, porque sus personajes parecen volverse (o ser) invisibles para el resto de la sociedad.
En “No quiero decirte adiós” hay una dominicana llamada Noelia, que conoce a otros coterráneos como ellas que se hacen llamar los Wallys, que son metrosexuales y brindan servicios sexuales (a dúo, por supuesto) para personas con lujuriosos deseos. Hay, también un cirujano plástico que se enamora de una paciente que dibuja rostros, una agencia de dobles y varios evangelistas que esconden más de lo que dicen.
En “No quiero decirte adiós” siempre hay un clima de tensión donde uno nunca sabe por dónde va a venir la puñalada del conocido, porque por más que el mundo que habitan es grande, el conurbano es demasiado chico para tanta mentira.
En “No quiero decirte adiós” hay, por supuesto, un crimen: una noche cualquiera, en un cuarto de un hotel alojamiento, un hombre y una mujer dejan a un hombre muerto con algunas pistas a tener en cuenta. La policía aparece, un tal Montes, otro de apellido Martínez y un tal Bersani, para indagar, borrar, coimear. Y también aparece Walenski para hacer lo suyo aunque, claro, él ya estaba involucrado desde antes sin saberlo.
Leer a Gusmán es una invitación a leer el policial en clave diferente. Si lo hacen, deben hacerlo de manera lenta y precisa, y prestar mucho, muchísimo interés lo que se dice en el primer capítulo.