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Ariel Magnus: “Quise desmitificar las cosas que Filloy mistificaba de sí mismo”

Tuvo lugar el miércoles la presentación de «Un atleta de las letras», biografía literaria de Juan Filloy (Eduvim) a cargo de Ariel Magnus, destacado autor de proyección internacional. Se trata de un trabajo de investigación que muestra al derecho y al revés a uno de los personajes más enigmáticos de las letras cordobesas, tomando no sólo cada uno de sus pasajes de vida, sino también libros, escritos y cartas que dejó prolijamente ordenados antes de partir, a sus 106 años de vida. 

 

Escritor, dibujante, abogado, ciudadano, padre de familia, hombre de matusalénica edad. A Filloy uno lo podría referenciar de muchas formas. Y de todas ellas, Ariel Magnus eligió la que para él descifra todas las demás: la de deportista amateur. De allí el título “El atleta de las letras”,  biografía literaria que acaba de lanzar Eduvim en nuestra ciudad y lo tiene a Magnus como autor y a Filloy, por supuesto, de protagonista.

Es que según plantea el joven escritor bonaerense, la llave para descubrir la forma de pensar de este enigmático personaje de las letras argentinas se encuentra en ese espíritu solitario y exigente, de razonamientos lógico y concreto, que intentaba en cada paso, lograr un nuevo objetivo.

De allí su pasión por los palíndromos, los sonetos o los títulos de siete letras.Y  casi como un antropólogo, Magnus no sólo leyó, sino también estudió, desmenuzó, indagó y escarbó el vasto material que Filloy dejó en sus  106 años de vida, tratando de decodificar en cada libro, carta o escrito, aquello que le permitía armar el rompecabezas.

Su misión fue, según lo dice, “desmitificar” todo lo que rondaba al riocuartense. Al terminar, se dio cuenta que las verdades y las mentiras en torno al ermitaño escritor casi que estaban empatadas, y no sólo eso. También  descubrió que había concretado un trabajo que parecía haber estado esperándolo desde la muerte de Filloy.

De paso por Córdoba, esa Córdoba que vio crecer a Don Juan Filloy, Ariel Magnus habló con Babilonia y contó acerca de “El atleta de las letras” como una introducción a una lectura que resulta casi obligada para entender, no sólo a un gran escritor sino también a un hombre tan común como cualquiera.     

  • Con tantos escritores locales, ¿cómo es que un porteño terminó haciendo la biografía del cordobés Filloy? ¿Es la mía una pregunta prejuiciosa?

  • (risas) Lo prejuicioso viene porque  los cordobeses piensan que Filloy es sólo un autor cordobés y no es así, de hecho para mí es un escritor universal. Es cierto que tiene cosas muy cordobesas, pero Op oloop, por ejemplo, transcurre en Buenos Aires. De hecho, yo sabía que Filloy era cordobés por las solapas de sus libros, igual eso no justifica que caiga como paracaidista a hacer una biografía de un escritor de ustedes, pero en aquel momento sería tan sapo de otro pozo que pensé que eso podría convertirse en una ventaja, y hasta la forcé incluso.  

  • Empecemos por el principio, ¿por qué la biografía?

  • Lo primero que se me ocurrió fue leer las cosas judiciales de Filloy, hacer una antología de sus escritos porque pensé que estarían buenísimos. Después me dieron ganas de leer sus inéditos y me di cuenta que no había nada escrito de un tipo que había vivido con tantas anécdotas para contar. Entonces dije: hay que hacer una biografía. Le pedí al editor de Cuenco de Plata, donde yo ya estaba trabajando como traductor y él me puso en contacto con Monique FIlloy (hija), y gracias a que ella me abrió las puertas de su casa, pude  mirar todo su archivo personal.

  • ¿Fue clave ese encuentro?

  • De Filloy hay partes públicas en Río Cuarto al alcance de todos, pero nadie –o pocos- las  fue a ver, y los que fueron no leyeron todo. Yo me leí todo, leí mucho, de obsesivo, porque creo que es la única forma de trabajar. Pasa con estos escritores que vivieron y escribieron durante tantos años, que quienes realizan sus biografías  terminan haciendo una bola de todo lo que escribieron. Yo en cambio quise ir libro por libro, ir  a cada una de los mitos que se fueron armando en torno a él. Casi como si fuera un sensor que viene de Buenos Aires para ver estos cordobeses cuántos nos mintieron y cuánto no sobre Filloy. Y si bien develé mitos viejos, encontré otros nuevos. Fue un gran balance.

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    La biografía se lee por momentos en clave de novela, como si Filloy fuese una especie de personaje de sus propias historias, ¿hubo algo predeterminado en esta forma de escribirla?

  • Si hay alguien que creó su propio personaje es él, yo no inventé nada. La biografía está basada en todo lo que él dejó escrito y todo lo que dejó ordenado, lo que donó y está ahí, como las cartas, para la posteridad. Todo lo armó él, de hecho en uno de los apéndices hago un diálogo ficticio con Filloy donde le digo que yo termino siendo uno de sus personajes. “Yo soy el personaje que viene a hacerte la biografía que vos querías que te hicieran”, le digo, y por eso siento que es la biografía oficial. Pero no la ficcionalicé para nada. Quizás sea algo bueno, porque si se lee en código de novela quiere decir que no es denso, pero no hay nada inventando, de hecho quise desmitificar las cosas que él mistificaba de sí mismo.

  • ¿Cómo fue ordenar semejante material conseguido: cartas, documentos, escritos, libros, fotos?

  • Elegí la opción más simple que es la cronológica, Empezamos con el Filloy viejo, sólo para hacer la vuelta a Córdoba, pero después lo organicé cronológicamente con algunas cosas que cambiaron de lugar. Incluso lo más difícil fue agregar información que venían más tardes en el tiempo y trasladarlas a otro lugar, pero organizar es algo que me gusta.  El esqueleto es cronológico y después fui encastrando la información, tratando de juntar para que no quedara dispersa y  ser redundante.

  • Supongo que tenías una imagen de Filloy siendo lector, ¿cambió cuando te convertiste casi en un editor de su obra?

  • Yo tenía una imagen idílica, de absoluto genio, y al leer todo descubro que quizás tiene libros que no me interesan, cosas que se repiten. Qué se yo, descubrí que era humano, como todos. En ese sentido me ayudó a bajarlo… cosa  que a la vez lo realza. Descubrí un tipo que tenía mucha conciencia de lo que hacía, que sabía qué era ser escritor y que lo fue toda la vida. Que tenía un respeto sumo por la literatura como ejercicio diario, como lugar de pensamiento y expresión. Después también descubrí aristas horribles de él, de posiciones ideológicas, él terminó siendo un tipo muy machista, homofóbico, misógino. Pero traté de rescatar los momentos en que no lo era. Era muy importante para mí ver el Filloy joven, porque el que conocemos es el viejo, y eso es algo que me pone mal de casi todos los escritores, porque terminan siendo viejos y fueron jóvenes y alguna vez dieron mucha polémica.  Normalmente el éxito de un escritor  viene tarde, como en su caso y había que desandar eso.  

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    ¿Creés que hay alguna deuda con Filloy desde la cultura de Córdoba?

  • Si hay un lugar donde  le dan bola a Filloy es en Córdoba, así que la respuesta es no. Aunque sí podría ser más, quizás siendo cordobés podría ser la imagen de Córdoba en el mundo. Pero a la vez se cansaron de él y tampoco sé si le hacen un gran favor eligiéndolo como un escritor cordobés,  porque su lugar de pertenencia terminó siendo Río Cuarto. Los libros regionalistas de él son de allí, como Urumpta, que es donde se prueba de historiador  de Río Cuarto, no de Córdoba. Quizá  esta ciudad debería darle más bola, pero  está más interesada en plantar soja y hacerse rica. Es increíble cómo no hay un centro cultural Filloy, por ejemplo. Es una mezcla entre desinterés -porque era un escritor difícil- y porque no tiene herederos que hagan eso. Es decir, cuidaron lo que quedó, está ahí, pero no es que sea público.  Le pusieron un puente a su nombre, pero la gente piensa que es por el arquero. Ahí fallaron.

  • Cuando decís que se cansaron de él, ¿lo decís por algo en especial?

  • Él era un tipo retirado, también se lo buscó, y ese lugar marginal creo que le gustaba. En parte hubiera querido ser el escritor más importante del mundo, como todo escritor, pero él se buscó ese lugar marginal porque desde ese lugar dominaba todo. Él era un tipo que le gustaba dominar todo, era súper solitario. Por eso le gustaba Río Cuarto o hacer ediciones privadas,  porque estando al margen es una buena forma de seguir teniendo todo bajo control. Y conmigo lo sigue teniendo porque me basé mucho en lo que dejó para la posteridad, así que tiene todo bajo control desde el cielo

  • Escritor, pero también abogado, dibujante, amante del deporte, padre de familia, ¿cuáles fueron los pilares en los que te basaste para hablar sobre Filloy?

  • La principal fue la cuestión deportista, de ahí el título “Un atleta de las letras”. Él era un defensor del deporte amateur aunque no practicó ninguno: no jugó al fútbol, ni al golf, no hizo boxeo y fue juez de box, fundó el Golf Cub Río Cuarto y estuvo muy vinculado al futbol cordobés. Pero sí era un gran nadador y caminador. Nuevamente, deportes donde uno domina todo y compite sólo consigo mismo. Y ese mismo espíritu se trasladaba a las letras. Toda su pasión por los palíndromos, los sonetos, por os títulos de siete letras que completaban el alfabeto, esas cosas medio matemáticas, en el fondo tienen algo de deportivo, de amateur. Y como todo amateur, como todo el que corre, ¿qué es el deporte?: el momento correr.  Y para él, como escritor el momento  era la escritura y ahí se terminaba, el resto era hojarasca. Para mí ese fue el pilar fundamental. Y eso lo descubrí, que ni me lo imaginaba, en el prólogo de Karsino. El libro en sí no me importa mucho, lo de los palíndromos es anecdotario, pero en ese prólogo está programáticamente lo que es para él la literatura. Fue un descubrimiento genial. Ahí llegué a entenderlo, algo que también buscaba, y ahí lo encontré, ese es el espíritu Juan Filloy. 

     

     

     

     

     

     

     

     

     

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